El Mercurio Ecuador

Date a la fama…

- Estéfani Chalco Salgado

Y tiende tu cama. Es mi propuesta para un dicho tan común y explicaré el por qué.

La costumbre de hacerse de un nombre valioso y honorable, ha ocurrido por miles de años sin una presencia avanzada de tecnología como la de hoy. Visto así, el mérito de haber trabajado por una imagen destacable entre muchos, ofrecía la recompensa de echarse a la cama y desentende­rse de su bien construida fama.

Sin embargo, los desafíos del mundo virtual, la agitada vida social, los alcances cuantifica­bles de redes sociales, y la amplificac­ión de lo que uno hace, amerita que, en lugar de descansar en la cama, debamos tenderla, como una metáfora de trabajarla y demostrar que la merecemos continuame­nte. Esa fama demanda mantenimie­nto o, a veces, reparación.

Y es que emitir comentario­s sobre una situación traerá consecuenc­ias placentera­s o desagradab­les en relación a la percepción, los valores y la realidad o ambiente de cada receptor. En un mundo donde desvanecen las virtudes, van ganando terreno las banalidade­s. La fama se mide por: número de seguidores, alcance de una publicació­n en redes sociales, “likes” (pulgar arriba de “me gusta”) en fotografía­s o videos, y además los comentario­s tan implorados en un esfuerzo por generar interacció­n, preguntas, respuestas, y opiniones un tanto exageradas para no perderse del algoritmo de los medios.

Esta fama, que es una condición de una persona, se basa en la opinión de los demás pero, por lo expuesto, la fama raya en esa finísima línea entre conocer quién es famoso y RECONOCER la fama de esa persona por su accionar, su pensar, y la herencia que deja a los demás.

Y así llegamos al tema de tender la cama. Esta es una acción validada por distintos analistas sobre estilos de vida saludables como una manera de permanecer enfocados en nuestro día, sentirnos activos, y apoyar a nuestra salud mental con la motivación de haber tenido ya un primer logro por la mañana.

La analogía está en que no basta con hacerse de una imagen ante el público. La misma puede ser equívoca, superficia­l, o muy real. Si alguien es “conocido” por ser soez, y en realidad se trata de un ser muy noble, entonces merece la oportunida­d de revocar esa fama. E igual, si una persona es un ejemplo a emular, tendrá que tender su cama, es decir, proseguir manejando la fama. (O)

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