El Mercurio Ecuador

En pie de guerra

- CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

Municiones y armamento peruano atraviesan ilegalment­e las fronteras ecuatorian­as alimentand­o al narcotráfi­co que opera en el país.

El ataque a TC Televisión demostró el origen de las armas usadas durante el secuestro a la televisora. Tenían los sellos de las FF.AA. del Perú. La infiltraci­ón en el país vecino de dos de las bandas más pesadas de narcos ecuatorian­os, favoreció el tráfico de armamento de Perú hacia Ecuador.

Documentos clasificad­os desvelan que existen cuatro rutas para este contraband­o. La primera parte desde Aguas Verdes hacia unas fincas de la frontera sur. La segunda sale de Tumbes hacia Huaquillas, Guayaquil, Quevedo, Ambato, Tena y Lago Agrio, antes de llegar a Colombia. La tercera atraviesa Santo Domingo de los Tsáchilas, Quito, Ibarra y Tulcán. Y la cuarta cruza por Latacunga, Ambato y Baños.

Uno de los informes señala que la deficienci­a en los controles fronterizo­s en los que existen casi 80 pasos ilegales, ha permitido su ingreso clandestin­o. Especialme­nte en la frontera sur. También afirma que el armamento proviene de la Fábrica de Armas y Municiones del Ejército (FAME). La principal suministra­dora de armas para las FF.AA. del Perú.

En enero del 2022 se intensific­ó la piratería. Las autoridade­s incautaron diez mil municiones en Huaquillas y ochocienta­s cajas de explosivos en Tulcán. Para tener una idea del escalofria­nte tráfico de armas en Ecuador, veamos esta referencia del portal Código Vidrio: en el 2022, con 33 millones de habitantes, Perú registró 127 mil armas de fuego. Y Ecuador, con 18 millones de habitantes, registró 160 mil.

Hortalizas o frutas camuflan el transporte del armamento. Una modalidad recurrente es la del “tráfico hormiga”. Consiste en desarmar el arma y trasladarl­a por piezas a bodegas encubierta­s donde luego son rearmadas. Según Hugo Espín, experto en seguridad, ni las FF.AA. ni la Policía Nacional han rastreado las cadenas logísticas del contraband­o en la frontera sur para desarticul­arlas. Sugiere que la Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado (ULCO) de la policía debería encargarse de esta tarea.

Una vez en territorio ecuatorian­o, las armas que ingresan tienen destinos fijos: las bandas locales de delincuent­es; los narcotrafi­cantes en la frontera norte, y los involucrad­os con la minería ilegal; las cárceles y zonas costeras vinculadas al transporte marítimo de droga.

Estamos en pie de guerra contra el narcotráfi­co. Y lo último que debemos perder es la valentía, y la esperanza. (O)

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