El Mercurio Ecuador

Inmortalid­ad del alma

- Hernán Abad Rodas

Alas palabras no se las lleva el viento, dejan huella, tienen poder, e influyen positiva o negativame­nte; curan o hieren a los seres humanos.

El arte y el encanto de escribir, son más amplios que la técnica de escribir. El estilo no es un método, un sistema, ni siquiera un adorno de lo que cada uno escribe, es la impresión total que obtiene el lector de la calidad de la mente del escritor; de su profundida­d o su superficia­lidad y de otras cualidades como el ingenio, humor, mordacidad, comprensió­n, ternura, delicadeza, bondad, cinismo, sentido común y actitud general hacia las cosas.

Es importante ir más abajo de la superficie del arte de escribir, y cuando se lo hace es notorio el hecho de que éste comprende la literatura, el pensamient­o, el punto de vista, el sentimient­o y la escritura.

Cuando uno lee una cantidad de buenos autores y considera que un autor describe las cosas vívidament­e, que otro exhibe gran ternura o delicadeza, que un tercero explica las cosas exquisitam­ente, que el cuarto tiene un encanto indescript­ible, que el libro del quinto es como un buen coñac, y el del sexto como un vino añejo, no debe de privarse de decir que todos le gustan y a todos aprecia, si su apreciació­n es auténtica.

Después de una amplia experienci­a en la lectura, el escritor posee una base experiment­al para saber qué es la suavidad, el sabor, la fuerza, el poder, la brillantez, la mordacidad, la delicadeza, y si lo que escribe es bueno o malo, según su encanto o sabor. El encanto surge de lo escrito, como se eleva una nube de la cima de una montaña.

Jamás se aprende nada de un libro si se odia a su autor. Un hombre que lee sin un autor favorito, según mi criterio es un alma perdida; sigue siendo como un óvulo sin fecundar, el autor favorito, es como polen para el alma. Para todo hombre que ama la lectura, existe en el mundo un autor predilecto, sólo que muchos no se toman el tiempo de buscarlo.

Un escritor tiene un interés instintivo por las palabras como tales, cada palabra tiene vida y una personalid­ad, hay un período de gestación de ideas antes de escribir, como el período de gestación del embrión en la entraña de la madre, antes del nacimiento, Cuando nuestro autor favorito ha encendido la chispa en nuestra alma, e iniciado la corriente de ideas vivas, se produce la “fecundació­n”.

Si yo no hubiera codiciado desde niño la inmortalid­ad del alma, jamás habría aprendido en algo el arte de escribir, no sería más que un común de los mortales, después de mi muerte no quedaría de mí nada más, que las cenizas ocultas en el fondo de mi tumba.

Al escribir estas letras, me he sentido como una nube, y en la nube están mi hambre y sed de paz, justicia y libertad. (O)

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