Los giles pagamos el doble
Ir al Centro Histórico en su nave para hacer alguna gestión le representará pagar dos veces el parqueo. ¿Dos veces? Sí, como lo ha leído. El primer pago que tiene que hacer, es el formal. Se compra una tarjeta que le cuesta un dolarito y tiene la posibilidad de estacionar su carro por varias horas. Bueno, como en toda ciudad civilizada, este sistema tarifado es común.
Pero hay otra “tarifa” que tiene que pagar. Y ojo, a veces el cobro es por adelantado. Es por el servicio de “vigilancia y seguridad”. Usted tiene que dar plata a unos sujetos que se hacen llamar cuidadores de carros, que de la noche a la mañana se adueñaron de todas las calles de la urbe.
Sus oficinas operan en las zonas de más concurrencia vehicular. Se han apoderado de calles en donde funcionan hospitales, entidades públicas, restaurantes, bancos, colegios, universidades, hoteles, mercados y cualquier tipo de negocio en dónde haya mucho movimiento.
Son fáciles de identificarlos. Se colocan un chaleco fosforescente con el sello de una institución de seguridad, llevan un palo, de pronto haya alguna amenaza, una franela y un pito. Hay algunos que son muy innovadores, en cuanto una persona se baja del vehículo le entregan un papelito en el que constan las “tarifas”, que pueden ir desde un dólar en adelante.
¡Pilas! Si les paga con centavitos puede que reciba una acalorada amenaza que de seguro lo ponen nervioso. Y otra cosa, si se niega a agarrar ese papelito le explican que no se hacen responsables de lo que le pueda ocurrir a su carrito. Hay otros más avezados. Colocan jabas de cerveza para “reservar” el espacio. Si intenta mover ese obstáculo, aténganse a las consecuencias.
A ver. Vamos a ser empáticos. No estamos en contra de que trabajen. Es más, todos lo necesitamos. Pero pagar una tarifa oficial y una paralela por la “ojeada” del carro, es un abuso. ¡Así de claro! Y siempre estaré en contra de las intimidaciones.
¿Por qué debemos vivir en el miedo y el amedrentamiento? Así que, a las “distinguidas” autoridades, que ahorita andan hecho un cuchillo, normen estas actividades y controlen este bochorno. (O)
Hay servidores públicos que recurren a toda artimaña posible para mantenerse en el cargo. Siempre he pensado que quienes así actúan, lo hacen porque el cargo que ocupan es el que les da valor –como los que en todo espacio anteponen el título a su nombre-; o, porque aún no han terminado de servirse lo suficiente.
Los puestos de período fijo, libre remoción o provisionales, son lo que su denominación indica; es comprensible que no toda persona tenga claro lo que eso significa, pero sin duda es impensable que magistrados del más alto tribunal de justicia en el país no lo sepan y peor aún que pretendan violentar norma expresa para conservarlos.
Aplicar las normas del derecho como corresponde, es lo mínimo que se debe pedir a quienes ostentan magistraturas en la Corte Nacional de Justicia. La pretensión que tuvo Saquicela -y otros- de prorrogar en el cargo a jueces que cesan y en la presidencia a él mismo, es impresentable.
Por sus frutos los conoceréis, dijo Jesús en el Sermón de la Montaña. (O)