El ejemplo del apóstol San Pablo
El Concilio Vaticano II nos enseña que por Ecumenismo se entienden las actividades e iniciativas que, según las variadas necesidades de la Iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favor de la unidad de los cristianos (Cf. UR 4). La división entre los cristianos contradice abiertamente la voluntad de Jesucristo, que siempre pidió al Padre para que seamos uno y demos testimonio de amor fraterno, es un escándalo para el mundo y perjudica la causa de la predicación del Evangelio a todos los pueblos (Cf. Slavorum apostoli,14).
El Movimiento Ecuménico es una gracia de Dios para nuestro tiempo y debemos agradecerle por las maravillas que Él mismo ha realizado, pues este movimiento surgió motivado por la gracia del Espíritu Santo para restablecer la unidad de todos los cristianos.
Cada año, alrededor de la fiesta de la Conversión del Apóstol San Pablo (25 de enero), celebramos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, tiempo para reflexionar y pedir al Señor para que sus discípulos demos testimonio de unidad en la fe,
Nuestra solidaridad
de amor y fraternidad. En este camino es fundamental la oración humilde y perseverante, el estudio y la formación en la fe y el buen ejemplo de vida cristiana. La ignorancia religiosa y la soberbia, que nos incapacita para amar al prójimo, han hecho mucho mal a la verdadera unidad entre los discípulos del Señor.
El ejemplo del apóstol Pablo nos recuerda que el camino hacia la unidad y la búsqueda de la paz se inician
El ejemplo del apóstol Pablo nos recuerda que el camino hacia la unidad y la búsqueda de la paz verdadera se inician con una sincera conversión, lo que significa cambio de mentalidad y de corazón.
Cada año, durante la fiesta de la Conversión de San Pablo (25 de enero), celebramos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
con una sincera conversión, lo que significa cambio de mentalidad y de corazón, reconocimiento de nuestros pecados y arrepentimiento; con la solidaridad y cercanía, dejando a un lado actitudes de egoísmo y deprecio a los demás; con la oración que nos lleva a escuchar atentamente la voz de Dios y a preguntarnos qué nos pide en nuestra vida, cuál es su voluntad. Esta experiencia, a semejanza del apóstol, debemos hacerla para vivir unidos e instaurar una verdadera cultura de paz.
No podemos pretender que
los alejados vengan a la Iglesia si nosotros no damos ejemplo de caridad con los propios hermanos católicos y con los miembros de nuestras familias. Es fundamental el buen testimonio, la cercanía con el Santo Padre, sintonizar con su enseñanza y dejarnos guiar por el espíritu sinodal que nos convoca a caminar juntos. No basta con llamarnos católicos, es necesario estar efectivamente unidos. Ante las dificultades de hoy sentimos la necesidad de trabajar por la solidaridad, la amistad, el respeto, la aceptación al hermano, el conocimiento de la doctrina católica, y la práctica de las obras de misericordia. Debe estar lejos de nosotros el juicio y la crítica a los demás. Cuando vemos un mal ejemplo, antes de condenar, debemos procurar rezar por esa persona y, cuando llegue el momento oportuno, acercarnos con respeto para ofrecer el consejo fraterno. Que las murmuraciones y críticas jamás contribuyan a deteriorar la unidad de la familia de los hijos de Dios.
Padre bueno, ayúdanos a vivir unidos como verdaderos hijos tuyos. Que el ejemplo de Jesús nos ayude a crear vínculos de unión y amor en nuestra sociedad dividida y caracterizada por la violencia.