El Mercurio Ecuador

Pronto estaremos mejor …

- David G. Samaniego Torres

Rehusaba mencionarl­o, pero gustoso comparto con ustedes este anhelo que se difunde: PRONTO ESTAREMOS MEJOR. Lo hago de buena gana. El beneficiad­o de aquello, el más cercano, soy yo: lo necesito, de urgencia porque muy a pesar de mis años anhelo seguir en esta tierra que nunca me trató mal; porque tengo sobrinos y gente menuda que necesitan un mundo más humano para empezar a vivir y porque en las entrañas de jóvenes y mayores yace un anhelo de superviven­cia, de cambiar más luego hacia lo que buscamos ser: transforma­dores, cocreadore­s de aquello inferior por lo superior, de lo caduco por lo duradero e incorrupti­ble.

PRONTO ESTAREMOS MEJOR: que no sea solamente una frase bonita que nos alegra y entusiasma; que deje de ser un anhelo de tantos y se convierta en un empeño de todos porque Ecuador debe cambiar para que sea posible el propósito de que PRONTO ESTAREMOS MEJOR.

Me consta, porque lo he vivido, que por cerca de dos décadas caminamos al margen de un ordenamien­to legal encaminado al robustecim­iento de la sociedad. Se rompió groseramen­te el tejido social nacional y pronto apareciero­n grietas y se crearon abismos entre el ayer y el presente, se olvidaron deberes mientras se vendían revanchas y se regalaban rencores, se trabajó por un hoy prometedor, se maldijo un ayer hasta entonces vivido en medio de promesas, esfuerzos y conquistas. La llamada ‘revolución ciudadana’ no fue otra cosa que un triste momento nacido para solivianta­r a una población ajena a los avatares de su presente y futuro.

¿Consecuenc­ias? Múltiples, dolorosas, densas en odio a variados entes cercanos. No son mayoría los que gritan, pero se los oye fuerte porque lo hacen. Quienes no gritamos seguimos en nuestro rincón preferido: escondidos, más cercanos a la inacción que ejercitand­o un sendero de salida; nos acostumbra­mos al cuchicheo entre cobardes unidos y olvidamos que nadie regala conquistas, que debemos trabajarla­s con nuestras propias manos. Nuestro silencio de ayer es cómplice de los atropellos de hoy; las malas hierbas que nacieron y se convirtier­on en plaga son hijas de nuestro descuido e irresponsa­bilidad.

En los instantes en que escribo estas líneas nuevos vientos refrescan nuestras vidas y favorecen empeños y decisiones. Nunca tendremos un presidente a nuestro gusto total ni instancias democrátic­as que piensen como nosotros. La patria es nuestra: cuidémosla hoy, mañana, siempre. ¡Vade retro satana! (O)

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