Un año dedicado a la oración
Nos preparamos para celebrar el Gran Jubileo del año 2025, en Roma. Será un evento histórico que la Iglesia Católica nos ofrece como peregrinos de la esperanza, y por el cual millones de cristianos llegarán a la Sede de Pedro o se unirán espiritualmente desde el resto del mundo con sus oraciones. Este Jubileo será ordinario, pues la Iglesia contempla que este evento se realice cada 25 años. El lema escogido para este acontecimiento de fe será: “Peregrinos de la esperanza”.
Para prepararnos al Jubileo el Papa nos propone un año previo dedicado a la oración porque el año jubilar es un evento espiritual. Todo Jubileo es camino hacia la Puerta Santa, que es el mismo Cristo: “Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento” (Jn.10,9).
El Año de la oración estará destinado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo. Será una gran “sinfonía” de oración;
Nuestra solidaridad
ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Por eso, en preparación para el Jubileo, las Diócesis están invitadas a promover la centralidad de la oración individual y comunitaria.
Las iniciativas y agendas de las Iglesias locales no quedan debilitadas por el Año de la Oración y las actividades planteadas, más bien, significa dar a cada iniciativa local
El Año de la oración estará destinado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo. Será una gran “sinfonía” de oración.
Si usamos mal el mundo digital, no como instrumento de trabajo, comunicación y formación, terminamos creyendo que no necesitamos de Dios.
su verdadero fundamento, que es el encuentro con el Señor en la oración. Es descubrir de nuevo la importancia de la vida espiritual en nuestro caminar, porque vivimos en una cultura de la tecnología, mejor dicho, en la idolatría de la tecnología. Creemos que ésta nos brinda todo lo que queremos, sin límites: conocimiento, diversión, dinero, amigos, placeres, curiosidades. Si usamos mal el mundo digital, no como instrumento de trabajo, comunicación y formación, terminamos creyendo
que no necesitamos de Dios. Acabamos en la esclavitud, sin criterios verdaderos y sometidos a las imposiciones del mundo.
Hoy vivimos a gran velocidad, absorbidos por muchas cosas urgentes, pero no importantes, de forma que -sin pretenderlo- imposibilitamos que Dios esté cerca de nosotros y nuestra fe se va enfriando poco a poco. “Jesús nos ofrece el remedio para calentar una fe tibia. ¿Y cuál es el remedio?: la oración. La oración es la medicina de la fe, el reconstituyente del alma. Pero es necesario que sea una oración constante. Si tenemos que seguir una cura para estar mejor, es importarte cumplirla bien, tomar los medicamentos en la forma correcta y a su debido tiempo, con constancia y regularidad” (P. Francisco).
Por la oración descubrimos nuestra humanidad y el sentido de nuestra vida. Somos seres limitados, pequeños, débiles, necesitamos de Dios y de los hermanos. El diálogo con Jesucristo ilumina nuestro camino y vemos que nuestra vocación es hacer el bien, servir al prójimo y fomentar una verdadera cultura de paz en el mundo.