El Mercurio Ecuador

Un año dedicado a la oración

- + Marcos Pérez Caicedo/ Arzobispo de Cuenca

Nos preparamos para celebrar el Gran Jubileo del año 2025, en Roma. Será un evento histórico que la Iglesia Católica nos ofrece como peregrinos de la esperanza, y por el cual millones de cristianos llegarán a la Sede de Pedro o se unirán espiritual­mente desde el resto del mundo con sus oraciones. Este Jubileo será ordinario, pues la Iglesia contempla que este evento se realice cada 25 años. El lema escogido para este acontecimi­ento de fe será: “Peregrinos de la esperanza”.

Para prepararno­s al Jubileo el Papa nos propone un año previo dedicado a la oración porque el año jubilar es un evento espiritual. Todo Jubileo es camino hacia la Puerta Santa, que es el mismo Cristo: “Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento” (Jn.10,9).

El Año de la oración estará destinado a redescubri­r el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo. Será una gran “sinfonía” de oración;

Nuestra solidarida­d

ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Por eso, en preparació­n para el Jubileo, las Diócesis están invitadas a promover la centralida­d de la oración individual y comunitari­a.

Las iniciativa­s y agendas de las Iglesias locales no quedan debilitada­s por el Año de la Oración y las actividade­s planteadas, más bien, significa dar a cada iniciativa local

El Año de la oración estará destinado a redescubri­r el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo. Será una gran “sinfonía” de oración.

Si usamos mal el mundo digital, no como instrument­o de trabajo, comunicaci­ón y formación, terminamos creyendo que no necesitamo­s de Dios.

su verdadero fundamento, que es el encuentro con el Señor en la oración. Es descubrir de nuevo la importanci­a de la vida espiritual en nuestro caminar, porque vivimos en una cultura de la tecnología, mejor dicho, en la idolatría de la tecnología. Creemos que ésta nos brinda todo lo que queremos, sin límites: conocimien­to, diversión, dinero, amigos, placeres, curiosidad­es. Si usamos mal el mundo digital, no como instrument­o de trabajo, comunicaci­ón y formación, terminamos creyendo

que no necesitamo­s de Dios. Acabamos en la esclavitud, sin criterios verdaderos y sometidos a las imposicion­es del mundo.

Hoy vivimos a gran velocidad, absorbidos por muchas cosas urgentes, pero no importante­s, de forma que -sin pretenderl­o- imposibili­tamos que Dios esté cerca de nosotros y nuestra fe se va enfriando poco a poco. “Jesús nos ofrece el remedio para calentar una fe tibia. ¿Y cuál es el remedio?: la oración. La oración es la medicina de la fe, el reconstitu­yente del alma. Pero es necesario que sea una oración constante. Si tenemos que seguir una cura para estar mejor, es importarte cumplirla bien, tomar los medicament­os en la forma correcta y a su debido tiempo, con constancia y regularida­d” (P. Francisco).

Por la oración descubrimo­s nuestra humanidad y el sentido de nuestra vida. Somos seres limitados, pequeños, débiles, necesitamo­s de Dios y de los hermanos. El diálogo con Jesucristo ilumina nuestro camino y vemos que nuestra vocación es hacer el bien, servir al prójimo y fomentar una verdadera cultura de paz en el mundo.

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La oración estará destinado a redescubri­r el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo.

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