El Mercurio Ecuador

TODOS LO BUSCAN

- P. Milko René Torres Ordóñez

La vida apostólica de Jesús teje jornadas intensas como el arte de amar que deja huellas imborrable­s en la vida de cada persona que pone su esperanza en Él. La perfecta definición de su identidad radica en su fuerza sanadora. San Marcos describe con delicado matiz que cada atardecer declina su luz cuando narra que Jesús ha devuelto la libertad a tantos seres humanos: “Curó a

muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios”. Destaca que no permitía que los demonios hablen porque sabían quién era Él. El poder que guarda en su interior contiene la fuerza indispensa­ble para no desmayar en su misión: la oración. “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario donde se puso a orar”. ¿Cuál es el alimento que dinamiza su vida espiritual? La búsqueda de un encuentro íntimo con su Padre, que también es el nuestro. En el coloquio con quien sabe que lo escucha y que lo ama, recarga la dimensión profunda de su donación. Ha venido a servir. A entregar su vida por cada uno de nosotros. Las huellas de Jesús superan la edad que ha marcado el tiempo de las personas que lo buscan con insistenci­a. Jesús, más que una necesidad, actualiza el devenir cotidiano en cada deseo de recuperar aquella dignidad que el hombre extravió. Simón, el más interesado en su Señor, lo busca y lo encuentra. ¿Por qué? La respuesta a su impetuosa curiosidad la encontrará en su deseo cumplido de morir crucificad­o: “Todos te andan buscando”. Nosotros continuamo­s en la búsqueda de Jesús. El anuncio de la Buena Noticia no admite cambios en la orientació­n del camino a seguir: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio”. Las palabras de Jesús trasciende­n el espacio y el tiempo. Han llegado a nosotros con la autoridad y la fuerza de

siempre. Las necesitamo­s como cada rayo de luz. Aunque Jesús no tiene motivos para demostrar lo que tiene que hacer, habla con sencillez: “Pues para eso he venido”. La misión continúa en toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando espíritus inmundos. El Evangelio emana el efecto justo en cada acción liberadora. Su amor nos devuelve el atractivo de una vida digna y limpia. La alegría del anuncio de Jesús no se puede explicar con simples palabras. Desconcier­ta su novedad. El dolor, la enfermedad, el sufrimient­o, que acompañan a los pobres, cambian su impacto natural en el contacto con quien asume como suyas sus debilidade­s. La nueva creación instaurada por el Verbo hecho carne actualiza la verdad de la auténtica esperanza. Él, ha venido para que tengamos vida en abundancia. Jesús se enfrenta a las contingenc­ias de la vida. Viene de Dios. Tiene al Padre en su ser. La solidarida­d que caracteriz­a toda acción que realiza nos invita a releer cada vez su accionar. Jesús evangeliza desde la profundida­d de quienes ha sanado: los enfermos, los pecadores, los que perdieron su nombre. Todos, sin excepción, buscamos a Jesús porque es el Pan que alimenta, la fuerza que nos sostiene, la identidad que nos define en cualquier lucha que tenemos que afrontar siempre.

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