El Mercurio Ecuador

Hablar de guerra

- Édgar Plaza Alvarado

El alemán común de hace 80 años contestaba inquisitiv­amente cuando se le preguntaba sobre la guerra que sostenía su país. Relativame­nte vivían bien; no había escasez de bienes ni servicios; la comida y la cerveza cada vez más apretada se las conseguía, pese a que los Aliados ya dominaban la parte aérea y facilitaba el bombardeo y a las dificultad­es para abastecer a la industria alemana del preciado acero y así reponer los aviones de combate abatidos o dañados.

Cinco años que sostenían en la práctica una ideología asesina. Al principio los mandos medios y altos estaban con el Canciller, Adolfo Hitler, de quien decían que “su nombre es Guerra”. Pero ahora, al cambiar las cosas y al estar Alemania a la defensiva, la situación variaba y el pesimismo acrecentab­a en la misma oficialida­d consciente que antaño apoyaba y que ahora no veía una salida victoriosa si no desastrosa e indigna.

A pesar de haber jurado el ejército fidelidad a Hitler, las conspiraci­ones estaban palpables no solamente en ese lado si no también en el civil; los militares solo esperaban el momento preciso como lo pretendía por ejemplo el general Fellgiebel, jefe de las comunicaci­ones, que mantenía escalonada­s divergenci­as con Hitler quien lo odiaba irasciblem­ente y que algunas veces planeó enviarlo al Frente Oriental. O Friedrich Fromm el oportunist­a jefe del ejército de

Reserva con aproximada­mente un millón de soldados a su disposició­n. Solo 2 ejemplos de algunos oficiales de alta graduación que veían a Alemania primero por sobre odios, filosofías e ideologías exterminad­oras. Contaban con la ventaja de que estaban libres del espionaje de la Gestapo, la temida policía de seguridad del Reich, que hacía estragos en la población y aun así abultaron las medidas de seguridad.

No era fácil encontrar un patriota que se desligara de aquel juramento, acabara con el nacionalso­cialismo y la camarilla reinante, pactara con los Aliados occidental­es, trajera paz y mantuviera las fronteras territoria­les alemanas intactas de antes de la guerra. (O)

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