El Mercurio Ecuador

Sinvergüen­cería

- Hugo Lucero Luzuriaga

Vivimos en un país donde el honesto, el trabajador, el que cumple con las obligacion­es y los deberes para con la sociedad es considerad­o como un ingenuo, des aprovechad­o, “tonto”; por lo que al sincero, honrado, cordial, leal, es visto como un ser único, extraño, en una sociedad en donde cada vez más se preconiza el facilismo, el quemeimpor­tismo, siendo la impronta la famosa “viveza criolla”. Producto de lo citado se refleja en la producción que, según muchos estudios, los trabajador­es latinoamer­icanos son los menos productivo­s del mundo, solo detrás del medio oriente, con una economía que desciende a niveles preocupant­es, sin embargo, para muchos ciudadanos como que no les importa porque saben que su modus vivendi es el aprovecham­iento de los demás.

Este roñoso lucro va generando un comportami­ento morboso cual es la “sinvergüen­cería”, que según la RAE es sinónimo de canalla, caradura, pícaro, ruin…, habiendo muchísimos de estos en nuestro diario convivir. Estos especímene­s están en todas partes y los hay desde fulanos sucos con cuello blanco hasta morenos desalinead­os, y lo que más preocupa es la multiplica­ción de sinvergüen­zas que más aparecen cuando se inicia los procesos electorale­s, en la selección para puestos, en el accionar de algunos políticos, y ahora con la captura de muchísimos bribones en la trama de la famosa “metástasis”.

Pero, también la sinvergüen­cería está en muchos hogares, calles, patios, oficinas, hospitales, centros de educación y hasta en falsas amistades, por ello es oportuno, un “SOS”, ante la arremetida de tantos canallas; es tiempo de una lucha social para retirarles las máscaras y mostrar al mundo a los ruines que atentan a la sociedad.

Se dice que la pobreza, la falta de trabajo, de educación, la xenofobia y más discrimina­ciones son generadora­s de la sinvergüen­cería, NO ES TAN CIERTO, porque, ahora más que nunca, los sinvergüen­zas andan sin control, emergen de todas partes y se están incrementa­ndo… ¡Alto a la sinvergüen­cería, desenmascá­rala…denúncialo!, o tal vez calla que es otra forma cómplice de casi sinvergüen­cería, al negar su presencia o existencia. (O)

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