El Mercurio Ecuador

Quinquenio

- Estéfani Chalco Salgado

Este título atrae melodía por cuanto ligerament­e suena a la quena, aquel instrument­o andino parecido a una dulce flauta, con escotadura en forma de U por la cual el viento, como si saliera de un beso, emite el sonido, el ritmo y el sentimient­o de dulzura y alegría a la vez.

La palabra inicia por quinqué, aquella lamparilla que observábam­os todavía en las casas de los abuelos ya hoy marchitos aquí y florecient­es en el más allá. Un farol para dar luz, alimentado por aceite a través de una mecha que se consumía por el fuego vivaz ante los juegos de los nietos. Actualment­e apreciamos al quinqué como decoración y añoranza del arte del pasado, farol estilizado en el presente, pero funcionand­o según el futuro, sin aceite, sin mecha, aunque igual guiando el camino a seguir.

Quinquenio es un lustro, en el que se guisan cinco años. Proviene del latín lustrum, haciendo referencia a lo limpio y puro. Así, pureza es lo que se lleva en el alma de la infancia, y en la propia naturaleza de cada ser concebido.

Esos cinco años de tiempo, aunque cortos, abarcan toda una etapa de vida. En la niñez, se perciben los más impresiona­bles cambios. Aprender a hablar, a caminar, a identifica­r a la familia y quizá también, aprender a amar. Una bebé da todo, y recibe todo. Nosotros, crecidos, con unos cuantos lustros más encima, acompañamo­s sus primeros pasos con ese quinqué de luz que va de ida y de vuelta. Tomamos esas tiernas manos, las paseamos por un andén, creyendo que al decirles cómo razonar, enseguida obrarán. Nos perdemos sin saber, que es aquella niña quien delicadame­nte guía, y que un quinquenio es suficiente para hacer de maestra ante los demás.

Con cinco años una personita puede iluminar. En ese lu[z]tro, ser precisamen­te la luz de un quinqué en melodía flotante de una quena. Así eres Eva, pequeña mujer aún, de un quinquenio de besos, caricias, risas, y amor. Cada día una maestra, cada noche una estrella de cinco puntas lumbreras. Hay poesía por tu existencia, fuerza en tu corazón. Sigue guiando mi camino con todo tu fulgor. Enséñame a vivirte y por un tiempito más, vive en mí. Así, cerquita, en susurro. Si nos perdemos nos buscamos y al encontrarn­os, jamás soltarnos. Que venga un quinquenio de cinco lustros más hacia la eternidad para apreciar el repertorio de tus experienci­as. (O)

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