Toda la vida cristiana se relaciona con la Eucaristía
La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia, para cada cristiano, ya que en ella se culmina la acción con que Dios santifica al mundo en Cristo. Se celebran en ella los misterios de la redención a lo largo del año. Todas las demás acciones sagradas y toda obra de la vida cristiana se relacionan con la Eucaristía, proceden de ella y a ella se ordenan.
Siempre al final de la Misa el sacerdote nos despide diciendo: “Pueden ir en paz”. Esta frase nos recuerda que la celebración en la que hemos participado nos compromete a ser constructores de paz y a vivir la verdadera fraternidad, porque Dios, a quien invocamos como Padre, tiene un sitio preferencial para los pobres, los últimos y los excluidos.
El Evangelio del juicio final nos habla de una misteriosa, pero real identificación de Cristo con los marginados,
Nuestra solidaridad
los últimos, los que pasan hambre, los que están desnudos, enfermos o prisioneros (cf. Mt 25, 31-45). También es significativo que el Evangelio de Juan, en lugar de la institución de la Eucaristía, proponga el relato del lavatorio de los pies (cf. Jn 13, 1-20), donde el Señor invita al servicio fraterno,
El Evangelio del juicio final nos habla de una misteriosa, pero real identificación de Cristo con los marginados, los últimos, los que pasan hambre, los que están desnudos, enfermos o prisioneros.
Los hombres de buena voluntad: todos los santos, han subrayado, en su experiencia de fe, la conexión entre Eucaristía, caridad y justicia.
para que las comunidades cristianas no se limiten a repetir el gesto ritual, olvidando el profundo sentido social de la Eucaristía: prolongar el servicio de Jesús a los demás, la entrega de su vida por los demás.
La misma muerte de Jesús está ligada a su opción por los pobres. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros a fin de enriquecernos (cf. 2 Cor 8, 9).
En los Hechos de los Apóstoles, en la Iglesia de Jerusalén, la fracción del pan está unida a una solidaridad que se extiende a los pobres.
Los hombres y mujeres de buena voluntad: todos los santos, han subrayado, en su experiencia de fe, la conexión entre Eucaristía, caridad y justicia, dando voz a la opción prioritaria por los más pobres y descartados; han trabajado por una acción transformadora de la realidad a partir de las virtudes teologales y morales, viviendo las obras de misericordia.
Una opción por Cristo en los pobres, que no es ni aceptación ni resignación, antes bien implica un momento de rechazo y denuncia, de compromiso por la erradicación y superación de todas esas realidades que, en cuanto atentan contra la vida del hombre y su entorno ecológico, bloquean y pervierten el designio salvífico de Dios (cf. Congreso Eucarístico Internacional, Doc. Base, nn. 36 y 37).
La celebración de la Eucaristía tiene necesariamente implicaciones en todos los aspectos de nuestra vida, es un banquete de hermanos en el que todos nos reconocemos hijos de Dios y nos comprometemos a formar una nueva civilización llena de esperanza y alegría. Para ser un buen cristiano no basta, pues, con el cumplimento de un precepto, no podemos pretender comprar la salvación a cambio de rezos que no salen del corazón, es necesario hacer lo que Él hizo, al entregar su vida por nosotros. Con la fuerza de Cristo resucitado estamos llamados a promover la fraternidad universal y el respeto de la dignidad de todo ser humano.