El Mercurio Ecuador

Toda la vida cristiana se relaciona con la Eucaristía

- + Marcos Pérez Caicedo/ Arzobispo de Cuenca

La celebració­n de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia, para cada cristiano, ya que en ella se culmina la acción con que Dios santifica al mundo en Cristo. Se celebran en ella los misterios de la redención a lo largo del año. Todas las demás acciones sagradas y toda obra de la vida cristiana se relacionan con la Eucaristía, proceden de ella y a ella se ordenan.

Siempre al final de la Misa el sacerdote nos despide diciendo: “Pueden ir en paz”. Esta frase nos recuerda que la celebració­n en la que hemos participad­o nos compromete a ser constructo­res de paz y a vivir la verdadera fraternida­d, porque Dios, a quien invocamos como Padre, tiene un sitio preferenci­al para los pobres, los últimos y los excluidos.

El Evangelio del juicio final nos habla de una misteriosa, pero real identifica­ción de Cristo con los marginados,

Nuestra solidarida­d

los últimos, los que pasan hambre, los que están desnudos, enfermos o prisionero­s (cf. Mt 25, 31-45). También es significat­ivo que el Evangelio de Juan, en lugar de la institució­n de la Eucaristía, proponga el relato del lavatorio de los pies (cf. Jn 13, 1-20), donde el Señor invita al servicio fraterno,

El Evangelio del juicio final nos habla de una misteriosa, pero real identifica­ción de Cristo con los marginados, los últimos, los que pasan hambre, los que están desnudos, enfermos o prisionero­s.

Los hombres de buena voluntad: todos los santos, han subrayado, en su experienci­a de fe, la conexión entre Eucaristía, caridad y justicia.

para que las comunidade­s cristianas no se limiten a repetir el gesto ritual, olvidando el profundo sentido social de la Eucaristía: prolongar el servicio de Jesús a los demás, la entrega de su vida por los demás.

La misma muerte de Jesús está ligada a su opción por los pobres. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros a fin de enriquecer­nos (cf. 2 Cor 8, 9).

En los Hechos de los Apóstoles, en la Iglesia de Jerusalén, la fracción del pan está unida a una solidarida­d que se extiende a los pobres.

Los hombres y mujeres de buena voluntad: todos los santos, han subrayado, en su experienci­a de fe, la conexión entre Eucaristía, caridad y justicia, dando voz a la opción prioritari­a por los más pobres y descartado­s; han trabajado por una acción transforma­dora de la realidad a partir de las virtudes teologales y morales, viviendo las obras de misericord­ia.

Una opción por Cristo en los pobres, que no es ni aceptación ni resignació­n, antes bien implica un momento de rechazo y denuncia, de compromiso por la erradicaci­ón y superación de todas esas realidades que, en cuanto atentan contra la vida del hombre y su entorno ecológico, bloquean y pervierten el designio salvífico de Dios (cf. Congreso Eucarístic­o Internacio­nal, Doc. Base, nn. 36 y 37).

La celebració­n de la Eucaristía tiene necesariam­ente implicacio­nes en todos los aspectos de nuestra vida, es un banquete de hermanos en el que todos nos reconocemo­s hijos de Dios y nos compromete­mos a formar una nueva civilizaci­ón llena de esperanza y alegría. Para ser un buen cristiano no basta, pues, con el cumpliment­o de un precepto, no podemos pretender comprar la salvación a cambio de rezos que no salen del corazón, es necesario hacer lo que Él hizo, al entregar su vida por nosotros. Con la fuerza de Cristo resucitado estamos llamados a promover la fraternida­d universal y el respeto de la dignidad de todo ser humano.

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La celebració­n de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia.

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