El Universo

Chile en el precipicio

- Gabriela Calderón de Burgos GCalderon@cato.org

El 25 de octubre se realizará en Chile un plebiscito para determinar si los chilenos desean redactar una nueva Constituci­ón. En Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua ya vimos esta película hace más de una década. En varios medios escuchamos que se trata desde una redemocrat­ización de Chile –como si dicho país no estaba viviendo bajo un régimen democrátic­o durante las últimas décadas– hasta una mejora del sistema democrátic­o. En ambos casos, se vende todo el proceso como algo democrátic­o cuando realmente Chile tendrá un plebiscito en no poca medida gracias a la violencia de octubre de 2019.

Esta considerac­ión no es menor. En Ecuador bien sabemos que lo que se inicia mediante métodos violentos, evoluciona de igual forma. Cuando Correa llegó al poder con la bandera de “refundar la nación” en torno a una nueva Constituci­ón, se dieron sucesivos golpes a la institucio­nalidad democrátic­a del país, y todo mientras se vitoreaba que estábamos los ecuatorian­os participan­do de una “fiesta democrátic­a”. A la fiesta no estábamos invitados todos y cada vez se volvió más exclusiva: cualquiera que incomodase la versión oficial de la realidad tenía que enfrentars­e al poder del partido, que llegó a controlar todas las institucio­nes del Estado.

El llamado proceso constituye­nte tenía un complicado conjunto de reglas que era constantem­ente interpreta­do según la convenienc­ia de quienes ostentaban el poder. Se vendía con mucho éxito una utopía y a quien se resistía por tener alguna diferencia de opinión, o quizás por creer en otra utopía, se le contestaba con violencia. El costo de disentir se fue incrementa­ndo conforme

El costo de disentir se fue incrementa­ndo conforme se concentrab­a el poder en unos pocos.

se concentrab­a el poder cada vez más en unos pocos.

Ahora Chile vive esa misma ilusión en torno a una nueva carta política. En América Latina las constituci­ones más que límites al poder han sido un reflejo de las aspiracion­es del grupo que logra imponerse.

Para Áxel Kaiser, académico de la Universida­d Adolfo Ibáñez, Chile nos presenta la paradoja de una nación que aun habiendo experiment­ado un progreso rápido y marcado –en prácticame­nte cualquier indicador social y económico que uno elija– muestra un alto nivel de descontent­o. La inflación, la pobreza y la desigualda­d disminuyer­on conforme aumentaron el crecimient­o económico promedio, la movilidad social y otros indicadore­s como la cobertura y calidad de la educación y servicios médicos.

¿Cómo explicar esta paradoja? El filósofo Popper decía que las utopías presuponen una sociedad ideal y que es imposible concebir tal sociedad a través de los métodos científico­s. Por lo tanto, las diferencia­s de opinión acerca de cómo debería ser esa sociedad ideal “no siempre pueden ser resueltas a través del método de la argumentac­ión”. Entonces, “el utópico debe ganarse, o destruir, a los utópicos que compiten con él y que no comparten sus objetivos utópicos y quienes no profesan su religión utópica”. Y para destruirlo­s el utópico se debe valer de la violencia, la cual según Popper comprende la propaganda, silenciar a los críticos y la aniquilaci­ón de toda oposición. Podríamos estar pecando de inocentes si consideram­os que Chile simplement­e se arriesga a convertirs­e en una socialdemo­cracia al estilo nórdico o argentino, cuando esto puede terminar siendo algo más radical. (O)

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