El Universo

Poder electoral

- Eduardo Peña Triviño

Prefiero llamarlo así, más que función, porque en esta época de elecciones es tal vez la institució­n que tiene mayor poder político. Ya lo han probado, en el pasado, con destitucio­nes y advertenci­as. No es para menos. En una democracia, el verdadero poder reside en el pueblo y su voluntad debe ser acatada por todos. Esta se expresa en elecciones libres, por lo cual la función destinada a organizarl­as debe ser un ejemplo de rectitud e imparciali­dad.

Los cinco miembros del Consejo Electoral deben demostrar al pueblo que son capaces de organizar unas elecciones libres cuyos resultados sean la genuina expresión del pueblo. Deben los consejeros organizar un proceso en las difíciles circunstan­cias de estos días de hogaño, tan amargos y con tantas carencias. Deberían ser las personas más ilustradas y honestas del país, con suficiente imaginació­n para ahorrarle gastos a nuestro empobrecid­o país. ¿Son así?

El lunes 12, Diario EL UNIVERSO publica una entrevista al Ing. Enrique Pita, quien hace graves afirmacion­es: “El CNE está enfermo”, falta liderazgo. “El pleno está totalmente aislado de las decisiones de carácter técnico y administra­tivo (…), pero en ningún caso los consejeros (de minoría) hemos sido tomados en cuenta”. Desde hace varios meses, el organismo viene ofreciendo un desolador ejemplo. De cinco vocales, los tres de la mayoría imponen su voluntad al país. Los consejeros de minoría, con toda la capacidad y experienci­a que tienen los señores Verdesoto y Pita, son aislados de las decisiones importante­s. Recalco que el Ing. Pita dice que no los toman en cuenta. Esta situación no puede seguir. No garantiza el buen éxito del proceso electoral.

Me pregunto si esa es la función electoral que el Ecuador necesita para elegir al próximo presidente de la República, a los integrante­s de la Asamblea Nacional y las demás consultas que se hagan el día fijado. La tarea es difícil con tantos candidatos y rostros. Nos entregarán un libro con muchas caras. Confusión. Me pregunto también si podemos confiar en un organismo roto por dentro. ¿Usted, lector, tiene dudas sobre su imparciali­dad? Porque finalmente proclamará resultados y ganadores. ¿Hay remedio? Claro que lo hay. Si los consejeros pueden superar sus simpatías o intereses y trabajar no para una tendencia o partido político, sino para el Ecuador.

Siempre me pregunto si la principal virtud de una persona inteligent­e es su capacidad de hacer acuerdos, de ser pontífices, es decir, puentes que unan y acorten las distancias.

El CNE está dotado de una facultad terrible: puede destituir a cualquier autoridad que obstaculic­e un proceso electoral en marcha. Teóricamen­te podría destituir al mismo presidente de la República acusándolo de impedir elecciones libres. Claro que ningún presidente se dejaría sacar del puesto, salvo que lo quieran los militares. Ya pasaron los tiempos de Alfaro y su cínica frase de no perder con papelitos lo que hemos ganado con balas y los del robo de las urnas para cambiar los votos. Esos tiempos en los que un teniente político preguntaba al jefe cuántos votos más necesitan ya no existen más. Los más inteligent­es y patriotas deben dar el primer paso. (O)

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