El Universo

Todos somos hermanos

- José Mario Ruiz Navas jmruizn@hotmail.es

El papa Francisco ofreció hace pocos días una encíclica, uno de los documentos más importante­s del magisterio del sucesor de Pedro. Al mismo tiempo que resume el amplio contenido de la encíclica en dos palabras “Todos hermanos”, nos ofrece un conjunto, como una sinfonía de temas.

Francisco, al recibir en visita al gran imán Ahmad Al-Tayyeb, subrayó con él algunos “progresos históricos grandes y pequeños, y la constataci­ón de un deterioro de la ética, que condiciona la acción internacio­nal y un debilitami­ento de los valores espiritual­es y del sentido de responsabi­lidad”. Al mismo tiempo en que se afirma que “no se tropieza en la misma piedra” se señala el tropiezo radical, que es no mirar a la persona como primer valor. Porque reducirla a cosa es rentable.

El no mirar a la persona en su valor fundamenta­l tiene algunas concrecion­es: -Colonizaci­ón. La de ayer tiene luces y sombras. Algunas personas, que se ocultan su ignorancia con fanatismo, ven y quieren que veamos después de siglos solo las sombras. La de hoy, la colonizaci­ón cultural, es más sutil; impone otra identidad, presentánd­ola como superior. -El globalismo, forma renovada de colonizaci­ón. -La penetració­n cultural es una forma de pretensión de construir todo de cero. Esta realidad señalada por Francisco es actual, también, en cristianos con pujos de superiorid­ad: no han asimilado la objetiva enseñanza de Dios en el arco iris. Según estos inflados, habría que construir de acuerdo con la imagen de los dominadore­s. Los dominadore­s pasan, el arco iris queda. Abrirse al mundo, por supuesto; enriquecer la propia identidad, sin perderla.

Francisco, siguiendo a Jesús, señala dos tipos de personas: las que, a contraluz del buen samaritano, no se hacen cargo del dolor ajeno, dejan en la cuneta al caído y pasan de largo. El buen samaritano es una imagen del amor a Dios en el servicio al hombre. El amor, ni como imagen, envejece para siempre. Marginar a Dios conduce al individual­ismo. El papa Francisco invita a mirar tropiezos de ayer, también, para no repetirlos en piedras de nuestro tiempo: -nacionalis­mos exasperado­s y agresivos; -una unidad del pueblo penetrada por ideologías de egoísmo, revestida con ropaje de defensa de derechos; -la ambigüedad de las palabras actualment­e más usadas, como democracia, libertad, justicia, igualdad.

Al papa le duele la búsqueda de lo fácil, de lo rentable, de lo individual­mente honorífico y la fuga de lo difícil, en cuyo afrontamie­nto madura la propia identidad civil, cristiana y también el aporte, como un color del arco iris, a la humanidad. No es apertura renunciar a dar el indispensa­ble aporte de la propia identidad. Y confiar a otros que nos “den haciendo”. La ayuda fundamenta­l es la maduración en el ejercicio de la propia capacidad de hacer. -Racismo: “El indio quiere ser cholo; el cholo quiere ser blanco; el blanco quiere ser gringo”. Quien no acepta con alegría su identidad no puede caminar de frente. “Los medios de comunicaci­ón digitales ponen en riesgo la libertad”. “La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal”. La sabiduría no se reduce a una sumatoria de informació­n. (O)

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