El médico en la lucha para salvar vidas
Toda profesión es respetable pero hay una que sobresale por su esencia humana: la médica... Solo quien tiene una fuerte vocación de servir y sanar el dolor y la enfermedad abraza esta noble profesión. En efecto, pruebas severas debió pasar para ser admitido en una facultad de Medicina. Largos años de estudio sin tregua ni descanso, estudiando e investigando, robándole espacio al sueño, aprobó las asignaturas teóricas, prácticas, y psicológicas y morales, hasta culminar esa etapa. Pero aún faltaba mucho. Tenía que cumplir el externado y el internado en una casa de salud, así como el periodo rotativo, todo con horarios y turnos inhumanos, tratado como ilota de tercera categoría, cumpliendo incluso disposiciones administrativas sin mucho criterio médico; y su familia olvidada. Después, la etapa del servicio rural, abandonado a su suerte en lugares recónditos de la patria, sin instrumentos ni medicinas ni claras directrices de política y gestión médica. Vino el tiempo de posgrado, mal pagado y autofinanciado, y con la responsabilidad de devengar lo que se gastó en él. Estaba la obligación, pero no la plaza para trabajar. Cuando le ofrecieron una oportunidad de servir, lo hizo sin contrato ni esperanza. Son estos médicos impagos y con horarios demenciales los que están haciendo frente en la primera línea de batalla, aun a costa de su salud, sus recursos y su propia vida; a la más agresiva pandemia (coronavirus). ¡Mil gracias por esa entrega generosa! Es paradójico que cuando este gremio alzó su voz y salió a reclamar sus legítimos derechos, la respuesta oficial fue la represión, los gases, la agresión y la amenaza burda. Mientras, desde arriba repartían sin decoro los hospitales, las medicinas y la plata. ¡Qué ironía! Si bien conocemos que se habría suscrito un acuerdo, la situación, antes que ser coyuntural, es estructural. Exigimos respeto y dignidad para la clase médica. (O)
Fabián Albuja Chaves, economista, Quito