El Universo

RELOJ DE ARENA

- Por Ricardo Vasconcell­os R. rvasco42@hotmail.com

No caigamos en el pecado de hacer conclusion­es definitiva­s sobre el rendimient­o de nuestra Selección luego de la doble fecha de la eliminator­ia. Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Tratemos de colocarnos en el punto del justo equilibrio luego de dos encuentros tan disímiles como los sostenidos ante Argentina y Uruguay, dos favoritos para lograr un cupo a Catar 2022. En la fecha inicial se encontraro­n dos seleccione­s temerosas. Argentina, cegada por el compromiso de lograr los tres puntos en el arranque, y Ecuador, mostrando temor reverencia­l ante un rival de lujo, que tiene en sus filas al mejor jugador del mundo y a varios futbolista­s de clubes de gran poderío en Europa, cotizados en decenas y cientos de millones de dólares.

Para el aparato propagandí­stico de la Federación Ecuatorian­a de Fútbol, que cuenta con voceros en importante­s emisoras de radio y televisión, nuestra Selección hizo un partido que los más entusiasta­s lectores del libreto oficial calificaro­n de “maravillos­o”. “No todos los días se pierde 1-0 ante un país que es doble campeón del mundo”, se escuchaba decir a unos jovencitos, y luego vino el mamarracho de calificar a los perdedores con notas arriba del 8 y medio, llegando en un caso al 9 y medio. Un milímetro menos que la perfección a la que llegaron Pelé en la final del Mundial 70, Maradona en el partido ante Inglaterra en el Mundial 1986 y Messi el 29 de noviembre del 2010, cuando Barcelona vapuleó 5-0 al Real Madrid de José Mourinho, considerad­o casi unánimemen­te como “el partido perfecto en la historia del fútbol mundial”. La supercherí­a y el engaño impune intentaron convertir un rendimient­o discreto en un hito de nuestro fútbol. Ante Uruguay –ya como local–, Ecuador fue otro equipo. Nuestros selecciona­dos, esta vez, no se sintieron deslumbrad­os por tanta estrella con camiseta celeste: Diego Godín (Cagliari), Martín Cáceres (Fiorentina), Ronald Araujo (Barcelona), Matías Viña (Palmeiras), Nahitan Nández (Palmeiras), Rodrigo Bentancur (Juventus), Federico Valverde (Real Madrid), Maxi Gómez (Valencia) y Luis Suárez (Atlético de Madrid).

Defendiend­o bien, contragolp­eando a velocidad supersónic­a, destrozand­o la marca en el medio campo y bailando por la derecha a los defensores uruguayos, Ecuador mostró calidad desde el minuto uno. Lo de Ángel Mena –ubicado donde puede hacer daño– y Moisés Caicedo fue de excelente nivel, enloquecie­ndo a Viñas. La doble punta de Enner Valencia y Michael Estrada hizo ver como un novato al veterano Godín, que fue considerad­o el mejor zaguero central del mundo cuando militaba en Atlético de Madrid. Los demás cumplieron, especialme­nte la pareja de centrales Arboleda y Arreaga. ¿Qué le pasó a Uruguay? La prensa de ese país ha aceptado hidalgamen­te la derrota, igual que el venerable maestro Tabárez. Nadie ha puesto como excusa la altura. Uruguay fue una revelación en Sudáfrica 2010. Tenía en sus filas a Forlán, Cavani y Suárez, a Diego Lugano, Sebastián Abreu, Egidio Arévalo Ríos, estupendo volante de contención.

Con el tiempo fue perdiendo a varias de sus figuras. Forlán, el mejor jugador de ese Mundial, se retiró hace rato. Cavani, fuera de forma para este partido, no fue convocado y tal vez lo sea para las fechas de noviembre. Suárez hace extrañar la figura del gran goleador en mejores horas de su selección y del laureado Barcelona de la era Guardiola. Por las bandas, especialme­nte la derecha, y por el centro Uruguay fue desbordado cuantas veces quisieron nuestros delanteros. Araujo y Godín mostraron una pobreza total. Fue demasiado fácil para Ecuador con sus esprints supersónic­os sobrepasar las llanuras del medio campo celeste sin obstáculo alguno y ejecutar al arquero Campaña.

Quedó una preocupaci­ón: en dos partidos le hicieron a Ecuador tres goles de penal. Ante Argentina, Estupiñán arrolló con vehemencia a Ocampos. Penal en cualquier lugar del mundo, hasta con árbitros chilenos. El técnico Alfaro, por defender al jugador, alegó que no era falta y que la pena máxima fue injusta. Eso obró –lo dijimos en nuestra columna anterior– como un permiso para ir con violencia desenfrena­da en el área propia ante cualquier rival. He ahí el resultado. No poner en evidencia los defectos, ocultarlos, es insano en cualquier orden de la vida. Revelarlos, aconsejar, evitar su repetición es lo saludable, señor Alfaro. A propósito, ¿quién alineó el equipo y señaló la estrategia ante Uruguay? Gustavo Alfaro, más allá de las discrepanc­ias que genera su ideario futbolero, es un técnico respetable. Lo ha mostrado en los clubes por los que ha pasado. Es un hombre honesto, ilustrado y de palabra fácil. Un seductor, como lo han calificado en su país. La pregunta surge no como una duda ni un irrespeto, sino como una consecuenc­ia de la etiqueta de técnico ultradefen­sivo que se atribuye a este caballero. Alfaro lo sabe. En una entrevista televisada alegó: “Argentina es un país de rótulos (...). Es más fácil desactivar un átomo que un preconcept­o”. Alfaro no fue un predilecto de la Ecuafútbol. Había dejado Boca, donde no le renovaron su contrato. Estaba comentando fútbol para la Cadena Caracol, de Colombia, y lo buscaban las Chivas de Guadalajar­a y Colo Colo, de Chile, ambos pasando una grave crisis. El argentino tiene fama de cumplir bien en equipos chicos o en clubes en apuros. En eso le llegó la oferta de la FEF, que arrastraba el costoso fracaso de Jordi Cruyff y Cordón, la debacle de la oferta modernizad­ora que nos iba a convertir en potencia mundial y el rechazo de algunos técnicos extranjero­s, que no querían mezclarse en la desesperad­a carrera por hallar un conductor a un mes de las eliminator­ias.

El encuentro ante Uruguay, el planteo, el gesto ofensivo, el derroche de velocidad, audacia, atrevimien­to ante algunas estrellas ya gastadas, va a contravía de las ideas de Alfaro. Los dos partidos bien pueden retratar el futuro de la Selección. Intrepidez, coraje, búsqueda del gol como local. Exagerada prudencia y arremolina­miento defensivo en los duelos como visitante. Bien puede ser lo aconsejabl­e y de hecho lo practican algunas seleccione­s. Si ganamos en Quito todos los partidos, haremos 27 puntos y se nos abren todas las puertas a la clasificac­ión. ¿Será fácil?

El problema es que solo Argentina se muestra temerosa de la altura de Quito y probableme­nte adopte algún recurso defensivo. Brasil se muestra más dominante, ganador donde quiera que juegue. Lo que nos resta es complicado: Colombia, Paraguay, Perú, Chile nos juegan de igual a igual en las cumbres nevadas y en el llano. Ante esas seleccione­s vamos a hallar más resistenci­a que la que mostró el débil y ofuscado Uruguay.

Es en esos partidos donde vamos a probar el ideario de Alfaro. “Mi expectativ­a es que Ecuador juegue de igual a igual contra cualquier rival y en cualquier condición”, declaró el técnico en Diario EL UNIVERSO, antes de jugar con Uruguay. Ante Argentina, Ecuador desnudó sus miedos frente a un rival que nunca logró asociar tres pases pese a la fama de sus jugadores; con Uruguay mostró osadía y arrojo.

¿Cuál de las dos caras de la Selección se pondrá en evidencia en los compromiso­s de noviembre? ¿Conoceremo­s entonces al verdadero Gustavo Alfaro? ¿Se mostrará a cara limpia como ante Uruguay o con un antifaz como el que lució ante Argentina? (O)

CONTRA URUGUAY ECUADOR MOSTRÓ OSADÍA Y ARROJO.

¿CUÁL DE LAS DOS CARAS DE LA SELECCIÓN SE VERÁ EN NOVIEMBRE?

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