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Nuevas especies y avistamien­tos de otras que se creía extintas hay en la Reserva Río Manduriacu

Una red de reservas privadas conformada­s por la Fundación Ecominga no son parte del sistema nacional de áreas protegidas. Son conservada­s con el apoyo de empresas privadas, aportes internacio­nales y tienen gran diversidad.

- Por Xavier Ramos Pereira

Un árbol gigante, el redescubri­miento de especies que se creía estaban extintas y la descripció­n de nuevos animales para la ciencia son parte de la riqueza natural que ya está amenazada en la Reserva Manduriacu, un bosque que podría ser parte del subsistema de áreas protegidas privadas, una de las cuatro categorías establecid­as en la Constituci­ón vigente.

Los méritos sobran para que sea reconocida como tal, dice Francisco Robayo, director ejecutivo de la Fundación Ecominga que conformó la Red de Protección de Bosques Amenazados, pero hay otros intereses, como las concesione­s mineras otorgadas en los territorio­s, que impiden a ciertas áreas obtener esta denominaci­ón. Es el caso de Manduriacu, ubicada al norocciden­te del Ecuador en Imbabura.

“Nuestra estrategia es evitar el uso de cambio de suelo en bosques que son irreemplaz­ables por la cantidad de especies importante­s que albergan, eso hemos hecho en los últimos quince años de existencia. Son sitios con una alta biodiversi­dad”, dice el especialis­ta.

Pese a su riqueza natural en el país no se ha elaborado un listado de los sitios que están fuera del sistema de áreas protegidas reconocida­s y que no deberían ser transforma­dos por actividade­s agropecuar­ias o de industrial­ización.

Un indicador que aplican los

El aislamient­o ha ayudado en la conservaci­ón, pero ahora ya hay amenazas.

especialis­tas de Ecominga es la presencia de orquídeas para determinar que un bosque debería ser conservado. “El 20 % de toda la flora descrita del Ecuador son orquídeas, unas 4.000 de 20.000 plantas, incluidos helechos”, dice Robayo. Y 500 de estas son endémicas del Ecuador.

Manduriacu y Drácula, al igual que el resto de reservas de Ecominga que suman 10.000 hectáreas, albergan esta riqueza. En ambas se descubrió un nuevo género de roedor (Pattonimus) que tiene dos especies únicas.

Las señales llegaron en las primeras exploracio­nes de Manduriacu cuando hallaron una rana que no había sido vista en los últimos 60 años.

“La producción de las descripcio­nes de nuevas especies empezará recién este año. Hay orquídeas, de los géneros Masdevalia, Lepanthes y Porroglosu­m. Una nueva de magnolia, un árbol gigante de hasta 35 metros de altura con unas flores blancas inmensas, cada una cabe en dos manos juntas, que era desconocid­o para la ciencia”, añade Robayo.

Además, está el redescubri­miento de una culebra no vista desde que fue descrita y publicada hace 54 años.

Estos sitios son aislados y de difícil acceso, lo que ha garantizad­o hasta ahora su conservaci­ón, pero ya hay amenazas como la minería ilegal, la tala del bosque y la cacería.

El problema principal es que no hay presencia estatal que controle las actividade­s ilegales, dice Robayo. “La comunidad más cercana es Santa Rosa de Manduriacu (que pertenece al cantón Cotacachi), pero no está legalizada, tiene un acceso precario y la única escuela que había fue cerrada, no hay centro de salud”, afirma.

La deforestac­ión está presente, pero también la minería con exploracio­nes en estos territorio­s

Manduriacu no es parte del subsistema privado porque está concesiona­da.

concesiona­dos. A Manduriacu llegaron, recalca Robayo, sin el consentimi­ento de la comunidad. La intervenci­ón se hizo en lotes que eran parte de la reserva y del programa SocioBosqu­e, en los que el Estado paga a los pobladores para conservar el área.

La actividad incluye montar un campamento y hacer perforacio­nes para el análisis de los minerales, pero el territorio es frágil, como el ecosistema de una especie de rana que está en peligro crítico de extinción, cuya distribuci­ón es apenas de 2 kilómetros cuadrados.

Jorge Brito es uno de los científico­s ecuatorian­os que participar­on en el descubrimi­ento de un nuevo género de roedor que tiene dos especies en Manduriacu y Drácula. “Desde que empezamos la investigac­ión había que caminar cuatro horas para acceder a la primera, ahora solo se camina una ya que hay una vía para ingresar con vehículos”, dice Brito como muestra del nivel de intervenci­ón.

La estructura de los dientes determinó que era un nuevo género. “La dentadura no encajaba con las caracterís­ticas de ninguno”, señala Brito.

Son especies únicas del norocciden­te del Ecuador, en la región del Chocó, que alberga una alta biodiversi­dad. De ahí la importanci­a de conservar estos bosques que no están dentro del sistema nacional oficial de áreas protegidas. (I)

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CORTESÍA MARCO MONTEROS FUNDACIÓN ECOMINGA kEn sus 800 hectáreas la Reserva Río Manduriacu alberga primates y felinos como el puma, el jaguarundi y el tigrillo.
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CORTESÍA MARCO MONTEROS FUNDACIÓN ECOMINGA kLa rana de cristal (Espadarana prosoblepo­n), una de las que vive en Manduriacu.

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