LA ESQUINA CALIENTE
En este periodo difícil, por la pandemia, se pudo jugar. Hubo torneos de menores y el provincial absoluto.
Después de varios meses de desconsuelo, durante los que entendimos que la vida era más importante que el resto de actividades, y cuando parecía que los bates, guantes y pelotas tenían que seguir guardados, algunos campos del béisbol porteño abrieron sus puertas para recibir a sus cultores. Por la pandemia algunos centros deportivos siguen cerrados, llenos de oscuridad y abandono. Solo quedan sueños y recuerdos de grandes gestas y ejemplos de esfuerzo, disciplina y dedicación. Fueron meses de muchas penas por tantas y tantas partidas de hijos sin bendiciones y padres sin despedirse. Son ausencias irremediables.
Hubo razones suficientes para dejar todo para cuando bien se pueda y pasen todas las amenazas. Pero en medio de un listado cada vez más largo de personas que se marcharon, y mientras andábamos atareados en hacer una gambeta o darle un fuerte batazo al COVID-19, hubo quienes se llenaron de valor, aplicaron exigentes protocolos de bioseguridad y cantaron play ball.
La Federación Ecuatoriana organizó cuatro torneos selectivos desde el 3 de noviembre