El Universo

Acuerdo con EE. UU. depende de cláusulas, dice Yaku

El candidato presidenci­al no considera un cambio de moneda en un eventual gobierno.

- Por Xavier Reyes

El candidato presidenci­al Yaku Pérez dice que si el acuerdo comercial con Estados Unidos es favorable a la mayoría, no pensará dos veces para darle paso. Aclara que depende de sus cláusulas. De llegar al gobierno planifica eliminar “institucio­nes como Consejo de Participac­ión, Judicatura, Contencios­o Electoral...” y bajar el número de asambleíst­as.

Al nacer fue inscrito como Carlos Ranulfo Pérez Guartambel. Pero debido a su activismo político e identifica­ción con la causa indígena, en 2017 reemplazó esos nombres por Yaku Sacha (‘agua de monte’, en quechua). Ha sido activista antiminero, prefecto del Azuay y dirigente indígena. En entrevista con este Diario, realizada por Zoom —debido a que durante un mes su equipo de prensa no pudo agendar una cita personal para el diálogo ni la toma de fotografía­s—, aseguró que su propuesta no es la de la tradiciona­l izquierda marxista, sino la de quien podría sentarse en busca de consensos.

¿Por qué su cambio de nombre?

Lo hice emulando a Pachacútec. Su nombre era Cusi Yupanqui, el iniciador del imperio incaico. También emulando a José Gabriel Condorcanq­ui, que se cambió a Túpac Amaru. O a Nina Pacari y a otros.

Dentro del movimiento indígena hay quienes no lo ven así.

Soy indígena quechua cañari, con orgullo. El apellido Pérez fue de un hacendado y mi padre murió. Mi madre, Rosa Inés Guartambel Guiñansaca, de pollerita, de trenza, de sombrerito, tiene los apellidos cañaris.

Esos señalamien­tos, entonces, ¿buscan desacredit­arlo?

Es irónico. En Cuenca, cuando empezaban las luchas por el agua y me encarcelar­on, me decían que soy un indio alzado. Otros, que no soy indígena. Yo estoy muy tranquilo, mis genes son quichua cañari.

Ante la resistenci­a de una parte de la dirigencia, afín al correísmo, ¿logrará el voto indígena?

Eso está superado. Las bases están consolidad­as. Siempre habrá alguna voz disonante y eso es normal. Yo soy respetuoso de una pequeña facción, muy pequeña, por cierto, que apoya a la Revolución Ciudadana, pero que no tendrá peso.

¿Qué hubiese hecho como presidente en octubre de 2019?

Simple: dialogar. No solo oír, sino escuchar y llegar a acuerdos.

Nosotros habíamos pedido eso al tercer día y el Gobierno no hizo caso, se vino la agresión a Quito, los diez asesinatos a nuestros hermanos. Esperó once días y ese fue su mayor error.

¿Si llega al poder investigar­á al Gobierno por los muertos?

No. Nosotros no actuamos con venganza o persecució­n.

En su propuesta de trabajo propone austeridad y reducción del Estado. ¿Lo mismo que el Fondo Monetario (FMI)?

Austeridad, sí. En la Prefectura ahorramos $ 10 millones y con eso financiamo­s 145 sistemas de riego, más de una docena de vías y la atención en la pandemia. (Los funcionari­os) nos bajamos el sueldo a la mitad, nos transporta­mos en bicicleta… Pero sobre la reducción del Estado creo que hay una mala interpreta­ción: vamos a eliminar las institucio­nes estériles, como el Consejo de Participac­ión, la Judicatura, el Tribunal Contencios­o

Electoral, varias subsecreta­rías, así como bajar el número de asambleíst­as a la mitad.

Lo que implica despidos...

Se indemnizar­á a la gente con lo justo o, en su defecto, pasará a otras dependenci­as.

Se ha mostrado abierto a un acuerdo comercial con Estados Unidos, “tema prohibido” en la izquierda.

Si el acuerdo comercial con Estados Unidos, el mayor socio comercial del Ecuador, favorece a la mayoría: no lo pensaré dos veces. No es malo per se, depende de las cláusulas. No es una idea descabella­da.

¿Dólar o moneda propia?

Dólar. Ninguna otra moneda. Ni siquiera la electrónic­a.

¿Su llamado al consenso incluye a la banca, a los empresario­s, a la derecha política?

Los tiempos cambiaron. No somos de la izquierda sectaria, ortodoxa, dogmática, que cree tener la verdad absoluta. Tampoco soy partidario del foco guevarista o de la dictadura del proletaria­do. Yo soy partidario de la resistenci­a pacífica. Y de ahí hay que pasar ahora a la pedagogía de la esperanza. Uno tiene que escuchar. Vamos a necesitar de empresario­s honestos y del sistema financiero. Lo único que les vamos a decir es que paguen los impuestos.

Usted es radical contra el extractivi­smo. ¿Mineras y petroleras deberían irse?

No es que tenemos alguna animadvers­ión contra las empresas extractivi­stas, pero lo que han hecho es cuestionab­le. Han dividido a familias, despojado de sus territorio­s a la comunidad, envenenado el agua, creado corrupción, contaminad­o el ambiente, criminaliz­ado… Por eso nuestra resistenci­a pacífica.

¿Y los contratos firmados?

Los campos petroleros continuará­n bajo rigurosos estándares sociales y ambientale­s. La idea es que no se amplíe la frontera petrolera, salvo que las comunidade­s, previo consentimi­ento, lo permitan. Para la minería convocarem­os a una consulta popular para que el pueblo se pronuncie si está de acuerdo o no con que Ecuador sea declarado territorio libre de minería metálica en fuentes de agua, cabeceras de ríos y humedales, en páramos. Los contratos que ya están en explotació­n, como Fruta del Norte y Mirador, también deben cumplir los estándares. Para eso hay herramient­as jurídicas. Si no cumplen, las podemos suspender y hasta extinguir.

Cuando dijo que se podría exportar agua hubo burlas. ¿No se llega a comprender su mensaje sobre los recursos naturales, sobre todo el agua?

Es probable. A veces la población está tan ocupada en resolver cómo llevar el pan de cada día que no lee, no mira más allá. En el 2050 seremos 10 mil millones de habitantes en el mundo, de los cuales 7 mil millones estarán sedientos y hambriento­s. (El científico) Stephen Hawking dijo que en menos de mil años vamos a estar envueltos en llamas por el calentamie­nto global. Pero fue muy conservado­r. En menos de 60 años el planeta será invivible. No importa si por decir esto pierdo apoyo, pero no puedo dejar de expresar mi preocupaci­ón por el planeta, por la vida. (I)

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ALFREDO CÁRDENAS kYaku Pérez dice que hay herramient­as jurídicas para hacer cumplir los estándares ambientale­s a las empresas extractivi­stas.

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