El Universo

Piedras de sabiduría

- Camila Arnés-Urgellés

¿ A lguna vez han recogido una roca que les llamó la atención mientras caminaban en la playa, bosque o cerca de un río? Existen aquellas que nos atraen como un imán y debemos levantarla­s para examinarla­s con mucha atención. A veces las devolvemos a su lugar, otras las llevamos con nosotros, o incluso provocan juegos como lanzarlas haciéndola­s saltar sobre la superficie del agua o aventarlas pidiendo un deseo como si fueran monedas.

También despiertan nuestro lado artístico e inspiran torres equilibrad­as –cairn o hito– que desafían la gravedad y señalan el camino. En cualquier escenario, las rocas y estructura­s de piedras despiertan en nosotros sensacione­s de seguridad, resistenci­a, pero sobre todo un sentido de eternidad. Desde nuestros comienzos hemos sabido esto, por eso existen aún monumentos de piedra con más de 4.000 años de antigüedad, por ejemplo, Stonehenge; o menos antiguos, los moais de Isla de Pascua. En Ecuador existen asentamien­tos como Ingapirca, en Cañar, y Ruinas de Jaboncillo, en Manabí, estas últimas serían más extensas que Machu Picchu y siguen siendo ‘el secreto mejor guardado del Ecuador’. Así, una infinidad de estructura­s que son sagradas para distintas civilizaci­ones que no coincidían ni en tiempo ni en espacio, pero en su sabiduría guardaban un conocimien­to colectivo: la necesidad de expresar su conexión con lo divino y rendir homenaje a ciertos lugares usando estos elementos naturales.

No solo estructura­s de piedra hechas por el hombre tienen la capacidad de asombrarno­s. La naturaleza tiene su propia manera de usar las rocas para comunicarn­os sus secretos. En los ríos, las rocas marcan el caudal, la caída y el compás del agua. Puede ser este armonioso y relajante o fuerte e intimidant­e como cascadas y cataratas.

Existen también los monolitos –estructura­s de piedra homogénea en su composició­n– que se levantan en medio de llanuras, cual una montaña solitaria, como el caso del Uluru en Australia. Esta roca en medio del desierto marca el centro del país y es conocido como el ‘ombligo del mundo’. El Uluru sirvió de refugio para los anangu, quienes vivían en sus cuevas, bebían el agua que se empozaba alrededor cuando llovía y cazaban cualquier animal que se acercara a calmar su sed. Al amanecer/atardecer el Uluru cambia

En los ríos, las rocas marcan el caudal, la caída y el compás del agua. Puede ser este armonioso y relajante o fuerte e intimidant­e.

de un color naranja intenso a rojos, rosados y púrpuras según los rayos del sol. Estando en su presencia se hace evidente por qué para los aborígenes australian­os es sagrado. Incluso, aún las paredes de sus cuevas guardan las pinturas que narran su origen mítico.

Las piedras y rocas tienen su propio lenguaje e historia que contar. Es una historia que se entrelaza con la nuestra y está llena de viajes: muchas veces el lugar donde las encontramo­s no es su hogar original. Las rocas traen con ellas conocimien­to y relatos de otros sitios que podemos descifrar si las leemos y escuchamos con atención y paciencia. Así mismo, simbolizan una base sólida sobre la cual podemos construir. Aseguremos nuestras bases para poder levantar estructura­s que se eleven resistiend­o el paso del tiempo, elementos del clima y catástrofe­s, sirviendo de refugio y mensaje para las generacion­es futuras. (O)

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