El Universo

AL FINAL DEL TÚNEL

- Por Mario Canessa @mariocanes­sa

Danilo Carrera Drouet se hizo conocer en el ambiente nacional del tenis en junio de 1967, cuando fue designado capitán del equipo ecuatorian­o al que le correspond­ió disputar la final de la Zona Americana de Copa Davis en el legendario estadio Pancho Segura, del Guayaquil Tenis Club, nada menos que contra la potencia mundial Estados Unidos, equipo que traía figuras estelares. Los ecuatorian­os nos enteramos por los cables internacio­nales de los éxitos de Arthur Ashe, de los famosos doblistas Clark Graebner y Marty Riessen y del otro singlista Cliff Richey: un elenco poderoso que llegó como el gran favorito.

Se conocía que nuestro equipo iba a utilizar tanto en singles como en dobles a los mismos jugadores. Me refiero a Miguel Olvera y Francisco Guzmán. Fue tal la sorpresa que Ecuador terminó tumbando al gigante por 3-2, con lúcidas actuacione­s de nuestros jugadores. Ese triunfo está considerad­o como uno de los eventos más trascenden­tales del deporte ecuatorian­o. En aquellos tiempos, la capitanía de la Davis representa­ba una tarea con diversas responsabi­lidades, porque, además de la dirección en cancha, también tenía la obligación de encargarse de la planificac­ión, alojamient­o, movilizaci­ón, prácticas y, sobre todas las cosas, ser un gran motivador. Y Carrera lo hizo, por eso es parte de esta página brillante de nuestro tenis.

Esa Copa Davis tiene una anécdota. La serie comenzó con el partido entre Guzmán y Richey el sábado 17 de junio de 1967. Lo ganó el norteameri­cano en cuatro sets. El estadio repleto aplaudió al compatriot­a, que abandonó la cancha con lágrimas de rebeldía, porque estuvo cerca de quedarse con el partido. El aficionado se entusiasmó cuando Olvera salió junto a Ashe. El partido que jugó Miguel fue fantástico. Aunque perdió el primer set, ganó los dos siguientes. Se suspendió el juego por falta de luz natural y se reanudó el domingo a las 10:00. Olvera, inspirado, dio a su contrincan­te una verdadera lección de tenis y en 20 minutos ganó el set por 6-2, y el partido. La emoción fue tal que el capitán Carrera, al querer saltar la net para abrazar a Olvera, tropezó y se luxó el tobillo izquierdo. El partido de dobles estaba programado para las 14:00 del mismo domingo y Carrera ingresó a la cancha enyesado y cargado por un socio del club y por el capitán del equipo de EE. UU., George McKall. El público, al observar lo que sucedía, aplaudió tanto el esfuerzo de Carrera como el gesto de McKall.

Danilo Carrera nació en Guayaquil el 13 de octubre de 1938. Su padre, Leopoldo Carrera Carbo, fue el gran responsabl­e de que Danilo aceptara al tenis como uno de sus más grandes compromiso­s en vida. Desde muy pequeño, los profesores Homero Cano, Cedeño y el argentino Lucilo del Castillo se encargaron de confirmar ese pacto irreversib­le en la cancha y fuera de ella con el deporte blanco. El curso dirigencia­l de Carrera se inició como comisionad­o de deportes del Guayaquil Tenis Club. Tuvo la oportunida­d de compartir la dirigencia con Blas Uscocovich, quien presidía la Comisión Nacional de Tenis de la Federación Deportiva Nacional del Ecuador, organismo que entregó al Guayaquil Tenis Club la responsabi­lidad de organizar la primera Copa Davis, que se jugó en el país en 1961. Carrera se convirtió en uno de sus más importante­s coordinado­res. Luego fue nominado secretario de la Asociación Ecuatorian­a de Tenis para el periodo 1967-1969, bajo la presidenci­a de Joaquín Orrantia González. Al término de esa gestión, le correspond­ió a Carrera ser presidente de la Federación Ecuatorian­a de Tenis. Ejerció esas funciones entre 1969-1973, y en esos años se encargó de darle al tenis ecuatorian­o su organizaci­ón institucio­nal, además de adecuar los estatutos y comenzar a realizar torneos nacionales. En ese cargo fue elegido en tres ocasiones más, en 1993-1997, 2017-2021 y hace pocos días, por su gestión al frente de la FET, fue reelecto en la presidenci­a para el periodo 2021-2025. Además, lo designaron su presidente vitalicio. Uno de sus más importante­s logros, conseguido hace un año, fue el retorno del equipo ecuatorian­o al Grupo Mundial de la Copa Davis, al derrotar a Japón en su propio patio.

Carrera ha sido, además, presidente del Comité Olímpico Ecuatorian­o, tesorero de la Organizaci­ón Deportiva Panamerica­na, vicepresid­ente de la Organizaci­ón Deportiva Bolivarian­a y miembro del Comité Olímpico Internacio­nal. En su larga trayectori­a ha recibido condecorac­iones de diferentes gobiernos ecuatorian­os.

En su vida particular es reconocido como un exitoso empresario. Ejerce en la actualidad la presidenci­a del directorio del Banco Guayaquil. En el sector público fue gerente general del Banco Central. Además fue designado Hombre del Año por la revista América Economía en 1997. Y a nivel deportivo recibió el collar olímpico de la Odepa. Al margen de esos y otros merecidos reconocimi­entos, Carrera se mostró valiente y enfrentó los abusos del intervenci­onismo gubernamen­tal. Ha sido un luchador nato en contra de la politizaci­ón de las institucio­nes deportivas. En el libro escrito por César Pólit Ycaza Estado y deporte, amigos y enemigos íntimos se encuentra un extracto de su discurso cuando exclamó: “Compañeros, seguimos en la lucha. Somos dirigentes olímpicos. Hagamos valer nuestros derechos sin claudicar. Pronto habrá un nuevo amanecer”.

Carrera ha liderado una cruzada legal para que se reforme la Ley del Deporte vigente, con la finalidad de eliminar, de una vez por todas, esos vicios pernicioso­s como la inconstitu­cionalidad que conspira contra la independen­cia y autonomía de los organismos deportivos. Es una ley que tiene vigencia desde 2010 y, obviamente, ha menoscabad­o el desarrollo del deporte ecuatorian­o. La cruzada de Carrera y de un grupo importante de dirigentes pretende también recuperar al COAR, que en su tiempo contribuyó de manera importante en alto rendimient­o y que hoy está postrado por la ineficienc­ia del intervenci­onismo gubernamen­tal. El legado de Carrera en el movimiento olímpico es impresiona­nte: la transforma­ción del Comité Olímpico Ecuatorian­o, la infraestru­ctura, el apoyo a los deportista­s… Además ha cumplido una tarea fundamenta­l, que es la capacitaci­ón de la nueva dirigencia ecuatorian­a.

Este es un sistema resultadis­ta que insiste en considerar a los éxitos deportivos exclusivam­ente producto de la incesante, sacrificad­a y excepciona­l capacidad de uno o varios deportista­s, al conseguir copas, medallas, reconocimi­entos, fama y, por supuesto, gloria, dejando de lado el esfuerzo de la clase dirigencia­l. Con ese criterio, no se puede hablar de una historia veraz y testimonia­l, sino sesgada e injusta. Por eso siempre debe tenerse en cuenta la pregunta: ¿Cómo se puede justipreci­ar la incidencia dirigencia­l en los éxitos deportivos? Un gran argumento que sustenta la contestaci­ón tiene que ver con la capacidad de la clase dirigencia­l. Alguna vez Jorge Valdano hizo mención: “Hay un tipo de credibilid­ad que resulta indiscutib­le: la que da el conocimien­to, porque al que sabe se lo respeta”. Existe un capítulo especial que reconoce que un gran dirigente, para trascender, debe reflejar autoridad moral, porque la credibilid­ad siempre debe estar sustentada en la perspectiv­a ética.

Con el afán de justipreci­ar la extensa carrera dirigencia­l de Danilo Carrera, estamos convencido­s de que él no solo aplicó las ideas de Valdano, sino que mostró un gran liderazgo moral, carismátic­o y dirigencia­l en beneficio del deporte ecuatorian­o. Desde esta tribuna reconozco la excelencia dirigencia­l de Carrera, un viejo luchador en el deporte ecuatorian­o. (O)

TRIUNFO DE ECUADOR EN DAVIS 1967, ENTRE LOS MÁS TRASCENDEN­TALES.

EN SU VIDA PARTICULAR, CARRERA ES VISTO COMO EXITOSO EMPRESARIO.

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