Primero, eficiencia
Debería ser principio prioritario, en lo privado y en lo público. Son muchos los casos citables en el sector privado en que su nivel sobrepasa un 75% de sus procesos. En cambio, en lo público son poquísimos los sectores en que se llega a un 50% o más en su nivel de eficiencia.
Se abusa en cuanto a publicidad, para trasladar lo que se quiere que se perciba, lo que no significa informar, porque la condición de la información debe ser que se transparente la verdad, no medias verdades, que son peores que las mentiras absolutas, porque se usan para generar credibilidad. Ahí está lo de las vacunas contra el COVID-19. La publicidad –que, en este tema, puede que conlleve las mejores intenciones– por no evidenciarse en la realidad de fechas y condiciones para su ejecución, ha generado protestas y hasta expresiones de indignación. Y, más, falta informar sobre prevenciones y posibles riesgos y niveles de eficacia de las vacunas, ‘no es lo mismo Chana que Juana’.
Cada vacuna contra el COVID-19 tiene condiciones diferentes de producción y también de posible protección y tiempo de esta. La vacuna rusa que recibió el presidente Fernández de Argentina no le impidió la enfermedad, pero se la atenuó.
Se estima que la efectividad de protección podría estar entre el 65% y el 85%, y no es igual para todas las personas, dependiendo de varias circunstancias.
En el Portal de la OMS hay información de vacuna por vacuna, cuando le ha sido proporcionada. Hay falta de información sobre la vacuna de fabricación rusa –que su gobierno señala que tiene eficacia del 95%– y la de fabricación china. Sobre esta última se señala que tuvo un uso masivo en Chile, que pasó a ser el país de mayor número de vacunados en la región, pero ante una acelerada reactivación de la enfermedad, se habría establecido que la eficacia de esa vacuna estuvo por debajo del 60%, uno de los motivos de la reactivación de la enfermedad, por la confianza de ya estar vacunados.
Una persona con afecciones cardiocirculatorias o respiratorias crónicas no debería recibir –sin ser previamente informado– las vacunas producidas por Johnson & Johnson o por AstraZeneca, por los riesgos de afectaciones plaquetarias, que lleven a coágulos y trombos.
La explicación simplista de que en
… falta informar sobre prevenciones y posibles riesgos y niveles de eficacia de las vacunas, ‘no es lo mismo Chana que Juana’.
todo hay riesgo, y que mayor riesgo es el de que una persona se contagie con COVID-19 no es válida; primero, porque conociendo los riesgos hay manera de prevenirlos; y, segundo, porque los trombos, en los vasos sanguíneos, en miembros, corazón y/o cerebro, generan cuadros de gravedad, lesiones de por vida y/o muerte.
En otros órdenes, no hay que olvidar que usualmente las ineficiencias se generan y/o son consecuencia de actuaciones corruptas en los espacios que deben decidir, por lo menos solapadores. Los escándalos de los ilícitos en Petroecuador y en Seguros Sucre, que se sustancian en la justicia de los Estados Unidos, evidencian redes de corrupción aun no debidamente investigadas. Como en los casos de contrabando y narcotráfico, solo están identificados algunos de los operadores –especie de ‘mulas’– no “los de arriba”, sin cuya vinculación los ilícitos no se hubieran cometido. (O)