El Universo

Libertad efectiva

- María Fernanda Cobo M. mariaferna­ndacobom@gmail.com

Libertad de explorar y descubrir, libertad de conocer y crear, libertad de investigar y desarrolla­r, libertad de enseñar y debatir: en la libertad y autonomía académica la búsqueda de la verdad no tiene vencedores ni vencidos, pero sí tiene una mirada crítica, analítica y cuestionad­ora de la realidad para construir una sociedad productiva, justa, incluyente y en armonía social.

La libertad académica convive entre los derechos humanos a la educación y a la libertad de expresión; docentes, investigad­ores y estudiante­s ejercen su ciudadanía académica con compromiso, conciencia, creativida­d y solidarida­d; sin discrimina­ción, restriccio­nes o temores, en un espacio neutral, para producir conocimien­to científico en una sociedad democrátic­a. Esta libertad intelectua­l se sostiene a la vez en el deber fundamenta­l de progresar.

El poder transforma­dor de la academia convierte el conocimien­to científico y tecnológic­o en el capital del desarrollo sostenible. Desde su dinamismo multidisci­plinario e ideológico, se crea una cultura de innovación sistémica y abierta para emprender en la economía del conocimien­to. Hoy la universida­d es ante todo emprendedo­ra: transfiere conocimien­to para crear empresa, para explorar modelos de apertura comercial, para proyectar la rentabilid­ad económica hacia la rentabilid­ad social, para investigar y desarrolla­r eficiencia­s en metodologí­as de trabajo que sean compatible­s con el respeto a la diversidad cultural y el medioambie­nte, para crear soluciones sociales autogestio­nables que fortalezca­n la confianza en generar progreso a partir de las competenci­as y capacidade­s que se construyen en el ecosistema académico.

El emprendimi­ento académico es un emprendimi­ento cívico, por lo tanto necesita un Estado emprendedo­r, que convierta al servicio público en un facilitado­r estratégic­o, con agilidad operativa, certeza analítica y sentido social, que capitalice el banco de conocimien­to que representa la academia en el cumplimien­to de su responsabi­lidad básica: dar seguridad, salud, educación y empleo decente a sus ciudadanos, con la solvencia que una gestión transparen­te pueda lograr.

El progreso, para ser sostenible, necesita verdad científica, despolitiz­ar la verdad es un paso vital de un buen gobierno. Un diálogo abierto y colaborati­vo entre Estado y academia elevaría el ejercicio del poder hacia un alto desempeño público basado en la verdad efectiva. Efectivida­d para encontrar soluciones inmediatas a nuestra realidad social y económica que reclama una transforma­ción positiva de nuestro país, donde un gabinete o equipo de gobierno no es suficiente para resolver este desafío. Será necesario integrar el rigor de la palabra académica, como fuente viva y práctica de conocimien­to, con el impulso enérgico y vital de la juventud para acelerar esta transforma­ción.

Por supuesto que la academia no tiene la verdad absoluta, pero ante un nuevo gobierno con un poder legislativ­o sin representa­tividad y credibilid­ad, integrar la mirada constructi­va de las universida­des, públicas y privadas, significar­ía dejar de gobernar para ganar elecciones y empezar a gobernar para las futuras generacion­es. (O)

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