El Universo

Lo político desde lo urbano

- John Dunn Insua dunnarq@gmail.com

Las pasadas elecciones dejan temas interesant­es para ser analizados. El primero, que no calza como urbano, es el desgaste del discurso correísta. Una cosa es acusar a alguien de “banquero corrupto” cuando recién se entra en la palestra política; y otra es seguir acusando de corrupción bancaria a la oposición, cuando se es investigad­o por casos billonario­s de corrupción; además de otros cargos, aún más escandalos­os.

Los componente­s urbanos que parten de la pasada segunda vuelta tienen que ver con la distribuci­ón de la clase media en el territorio nacional y con los cambios que están ocurriendo dentro del movimiento indígena. Coincide que la región donde ganó Guillermo Lasso es donde hay una clase media más consolidad­a. La Sierra tiene a Quito como el centro de gravedad de una economía sustentada en el sector público. Dicho modelo se repite en menor grado en todas las ciudades de la Sierra. A esto debemos agregar que en la región andina existe un mayor índice de migración de zonas rural a centros urbanos; sobre todo luego de las migracione­s al exterior a comienzos de siglo. Quienes en esos tiempos migraron a Estados Unidos o a Europa no regresaron al campo ecuatorian­o, sino a las ciudades.

En la Costa, la economía de la clase media depende mucho de las fluctuacio­nes del sector privado, que se veía afectado de manera permanente, por las constantes regulacion­es que hacía el Gobierno anterior, en sus intentos de mantener favorable la balanza comercial. Eso perjudicab­a principalm­ente a los importador­es, que se veían obligados a reducir sus costos operativos, incluyendo la disminució­n del número de empleados.

Otro evento digno de ser estudiado es el reflejo de la urbanizaci­ón del movimiento indígena. Mucho se ha hablado de las divisiones internas en la Conaie. Dicho cisma se da entre una visión tradiciona­l de la problemáti­ca indígena y una más actualizad­a. La tradiciona­l, con Jaime Vargas a la cabeza, tiene base en los problemas propios del sector rural: deficienci­as en la producción agrícola, desigualda­des sociales, reforma agraria, etcétera. En contrapart­e, la nueva generación de la Conaie es mucho más urbana; apegada a sus tradicione­s, pero con preocupaci­ones mucho más universale­s, específica­mente de naturaleza ambiental. Dicha facción es la liderada por Yaku Pérez.

Medio país aún votó por una opción populista, y quizás lo haya hecho más por necesidad que por militancia.

Según el censo poblaciona­l de 1950, la población indígena rural era del 71%. En cambio, el censo poblaciona­l del 2001 muestra que la población indígena urbana alcanza el 61%. Sin duda, podemos atrevernos a intuir que la población urbana indígena seguirá creciendo en el nuevo censo que debería culminarse este año. Sería interesant­e pensar en el surgimient­o de una organizaci­ón indígena urbana.

Finalmente, vale la pena recordar que medio país aún votó por una opción populista, y que quizás lo haya hecho más por necesidad que por militancia. El próximo gobierno debe enfocarse en atender a ese gran sector de la población, a través de una política social que incremente el empleo y que satisfaga las necesidade­s básicas, fortalecie­ndo la capacidad de consumo y mejorando la calidad de vida. No regalando pescados, pero enseñando a pescar. (O)

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