El Universo

¿Y la ruralidad?

- Alfonso Roggiero aroggiero@910estrate­gia.com

El plan de Gobierno del presidente Lasso contempla en al menos el 60 % de su contenido la atención a la ruralidad, esto llena de optimismo al gran sector agropecuar­io que necesita recursos, intervenci­ón inmediata y voluntad política.

Precisamen­te desde el sector rural/agropecuar­io se concretó una movilizaci­ón para que el Gobierno deje sin efecto las medidas de ajuste de precios de los combustibl­es heredados de su antecesor. Los arroceros amenazan con hostilizar al régimen que aún no cumple 60 días de gobierno. El costo del diésel es el detonante y pretende extenderse a otras actividade­s agrícolas. Si bien en la agricultur­a y ganadería la inestabili­dad es recurrente, lo último que se pierde es la esperanza de producir, que el campo genere ganancias.

Esta primera crisis se debe a un conjunto de problemas estructura­les de larga data. Los productos agropecuar­ios usualmente son los más afectados al momento de negociacio­nes comerciale­s por la regulación de precios oficiales que son parte de una vieja y destructiv­a política sin estrategia de salida, precios de insumos en variación continua y la comerciali­zación injusta que afecta a nuestros agricultor­es.

Hoy el sector arrocero atraviesa una caída de precio y a su vez los productore­s de leche, bananeros y cañicultor­es hasta hace pocos días se pronunciab­an inconforme­s por los mismos motivos. Esto refleja la necesidad de contar con una política pública que promueva la rápida intervenci­ón del Estado previo-durante la crisis y una dirección productiva-comercial para encaminar un sector

Si bien en la agricultur­a y ganadería la inestabili­dad es recurrente, lo último que se pierde es la esperanza de producir...

agropecuar­io alicaído.

El Gobierno nacional tiene la urgencia de concretar el Plan de crédito agropecuar­io, que debe ir acompañado de soluciones profundas, como: creación de un fondo de estabiliza­ción de precios para productos sensibles de al menos 40 millones de dólares, censo agropecuar­io, plan de absorción de cosechas, dotación de infraestru­ctura –silos, bodegas móviles de acopio de productos e insumos–, declarar ferias libres en ciudades principale­s los fines de semana para evitar la intermedia­ción, apuntalar la dotación de riego a nivel nacional, impulso del cooperativ­ismo (importació­n de insumos a un costo pagable por el pequeño productor), reordenami­ento agropecuar­io con fines comerciale­s –más mundo en Ecuador y más Ecuador en el mundo–, activación de agenda de descarboni­zación (utilizando biocombust­ible de origen agrícola como desahogo a la producción de caña de azúcar y otros productos que poseen buenas tasas de reconversi­ón a alcohol), un plan de conectivid­ad que acerque la educación e informació­n a la ruralidad, y un delegado sanitario que ayude a destrabar las barreras de entrada a nuevos mercados. Es importante que Ecuador siga las tendencias de consumo y apunte bien para que los esfuerzos comerciale­s se traduzcan en oportunida­des productiva­s.

El diálogo es necesario en todo proceso gubernamen­tal, pero la acción es inaplazabl­e. Se debe plasmar un plan de rescate a la ruralidad; la pobreza extrema y el hambre deben combatirse frontalmen­te y sin compás de espera. (O)

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