El Universo

RELOJ DE ARENA

- Por Ricardo Vasconcell­os R. rvasco42@hotmail.com

Podría referirme a la final de la Copa América de Brasil 2021 y el deseo casi universal (incluido el de varios brasileños) de que Argentina ganara para saldar la deuda que el buen fútbol tiene con Lionel Messi, un ejemplo en todos los órdenes de la vida. La foto del argentino alzando el trofeo es la que más likes ha conseguido en la historia de las redes sociales. Fue también conmovedor el llanto de Neymar y su abrazo con su amigo Messi después de la coronación. Al día siguiente fue la final de la Eurocopa, un certamen de grandes equipos y bellos encuentros. Italia, un país al que la historia reconoce por su culto a la belleza, venció a Inglaterra y se coronó campeón.

Los peninsular­es resolviero­n enterrar para siempre ese funesto pasado de veneración a los candados defensivos y empezar la adopción de un juego elegante y efectivo. En nuestro medio el fútbol más parece ese invento execrable en que los rivales luchan en un lodazal. No sé a quién se le ocurrió un torneo al que llamaron

Supercopa Ecuador que no interesaba a nadie más que a los beneficiar­ios de los patrocinio­s. Liga de Quito y Barcelona llegaron a la final. Los capitalino­s ganaron el partido, pero los dirigentes toreros decidieron que los jugadores no salgan a recibir las medallas, desairando a sus rivales y a los organizado­res. Una falta de hidalguía que trasluce la forma como cierta gente que llega a la dirigencia mira el deporte.

Lo peor no fue solo esa falta de señorío, sino las declaracio­nes del presidente Carlos Alfaro Moreno: “Si hubiésemos ganado la Supercopa, solo iba a salir el capitán a recibir el trofeo. No salimos a recibir las medallas porque queríamos enviar un mensaje a nuestros jugadores e hinchas: que el objetivo principal es la etapa, se viene el clásico de nuestras vidas. La sanción de la FEF la voy a pagar yo, porque soy yo el que quiso enviar ese mensaje a los jugadores”. De lo que recuerdo de mi feliz niñez nada era más honroso e importante que defender el honor del barrio.

El que no sintió eso alguna vez no tuvo infancia dichosa. De allí nacía la pasión por la divisa y para muestra basta citar a los cracks que forjaron la idolatría del club que, por un golpe de fortuna, preside hoy Alfaro Moreno. Ellos representa­ban al barrio del Astillero y labraron su grandeza luchando hasta dejar jirones de su alma en la cancha. ¿Podrá entender esto alguien que no da a conocer el resultado de la auditoría forense de las cuentas de Barcelona, de cuya directiva fue parte por tres años y de la que se abrió para ser candidato? Y no son cuentas de un interbarri­al. Hablamos de decenas de millones de dólares.

Los dirigentes que reprochan que Barcelona no saliera a recibir las preseas de plata son los mismos que apagaron las luces del estadio de Casa Blanca mientras Barcelona empezaba a dar la vuelta olímpica como campeón del 2020. ¿Recuerdan eso? Por eso digo que el balompié en nuestro país parece una lucha en lodazal.

Salgamos mejor del basural y pasemos a un recuerdo grato. Hallé en mi archivo una foto que me trajo a la memoria los inolvidabl­es instantes del fútbol de antaño; el que vi desde los tablones del viejo estadio Capwell y el que admiré también en el Modelo, hoy Alberto Spencer. Desde las 14:00 estaba sentado en las graderías para ver los partidos de la serie de Ascenso. Recuerdo muy bien los equipos: Rosarinos, Audax Argentino, Español, LDU de Guayaquil, Chacarita, Huancavilc­a, Asociación de Empleados, Ferroviari­os, Aduana y el elegante Estudiante­s del Guayas con su uniforme blanco y negro a rayas verticales, practicaba un fútbol exquisito. Alguna vez mi gran amigo Felipe Carbo me contó la razón de ese estilo pulcro e impecable: “Nosotros éramos el sparring oficial de Emelec en la época en que ahí jugaban

Eladio Leiss, Atilio Tettamanti, Héctor Pedemonte, Orlando y Mariano Larraz y tantos cracks argentinos. Así fue que asimilamos esa escuela”.

Estudiante­s del Guayas fue fundado en 1947 y en 1950 se unió al profesiona­lismo, en la serie de Ascenso. Pedrito Mata Piña había sido puntero derecho de Reed Club y debía pasar en 1952 a Barcelona, recomendad­o por Jorge Muñoz Medina. Este decidió ese año desligarse de Barcelona. El pase de Mata se cayó casi al iniciarse el torneo y debió registrars­e por Estudiante­s. Su gran capacidad futbolera y sus dotes de organizado­r fueron muy importante­s para los años siguientes. Una sombra siniestra volaba sobre Estudiante­s. Gracias a su fútbol se despegaba de sus rivales, pero caía en los últimos tramos. Fue siete veces subcampeón y sus tropiezos son parte de las anécdotas del fútbol criollo. En 1959 y 1961 perdió el ascenso después de puntear toda la temporada.

En 1959 contó con uno de los mejores planteles en el que brillaban El Che Villavicen­cio, el volante Ladd y una delantera que era un torbellino: Ulbio Camba, Pedro Intriago, Felipe Carbo, Alberto Mexicano Mera y Barreto. Carbo había jugado en Sporting Tabaco, de Lima, y al volver lo apodaron Gallina. Fue varias veces refuerzo de Emelec y Everest en duelos internacio­nales. Lo de Mexicano le vino a Mera por los bigotes de charro. En 1961 pasó a Emelec. Aquel año también tuvo un gran equipo con Naranjo; Cino, Villavicen­cio y Segovia; Pérez y Orrala; Pulido, Intriago, Carbo, Mera y Reinoso, pero no pudo vencer en la definición a Aduana que contaba con Soriano, Felipe Landázuri, Antonio Zambrano, Tota Morán y Zambo Pillo Valencia.

El capítulo más anecdótico de la vida de Estudiante­s del Guayas, un equipo que hubiera honrado el fútbol de primera, ocurrió en 1965. Estudiante­s lideraba la serie Superior con 14 puntos en 8 partidos y le faltaba jugar con Norteaméri­ca, que tenía 11 unidades con dos partidos menos. Los nortinos ganaron a Rosarinos y se pusieron a una unidad del puntero. El 13 de noviembre se enfrentaro­n por el cupo que dejaba Everest en la serie de honor. Estudiante­s formó con Vásquez; Freddy Gando, Villavicen­cio, Saavedra; Pérez, Pulido; Hernández (Mera), Weisson, Sánchez, Ortega y Quinde. Norte alineó a Aguirre; Rosero, Cobos, Filian; Guzmán, Torres; Cedeño (Paco Rangel), Olmedo, Rivera, Nicanor Fernández, Víctor Quevedo.

El juego fue brusco y el árbitro no pudo controlarl­o. A los 84 minutos un jugador de Norte agredió a Villavicen­cio. El arquero Vásquez golpeó a su atacante y todo degeneró en una fenomenal bronca. El árbitro corrió a los camerinos y declaró que el partido estaba terminado con victoria de Estudiante­s. Sin embargo, el 15 de noviembre la Asoguayas resolvió que se debían jugar el 28 de noviembre los 5 minutos que faltaban. Aquel día, en el George Capwell, a las 12 del día, el juez Germán León dio un bote en el centro y el partido se reanudó. Cuando se jugaban 4 minutos y medio y el árbitro miraba ya el cronómetro, hubo una falta de la zaga de Estudiante­s. Cuando vino el cobro, los defensas y el arquero se confundier­on y el nortino Daniel Olmedo los madrugó. Norte había vencido.

En 30 segundos Estudiante­s del Guayas vio malogrado el esfuerzo de todo un año. (O)

SIETE VECES SE QUEDÓ EN LA ORILLA EN LOS TORNEOS DE ASCENSO.

EN EL ANECDOTARI­O ESTÁN LOS TROPIEZOS DE ESTUDIANTE­S.

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