RECUPERAR EL CIVISMO
La evolución de una ciudad es el reflejo de sus habitantes: sus costumbres, saberes científicos y técnicos, ideas, proyecciones y un vasto etcétera que compone su cultura, en la que no debe faltar el civismo.
Desde la independencia de Guayaquil, gestada el nueve de octubre de 1820, hasta nuestros días, esta urbe se ha transformado en lo material, social, cultural y político. Pero en décadas recientes se percibe una pérdida de la noción de civismo, ese celo por los intereses de la patria que antaño era sinónimo de hidalguía.
Más allá del bienvenido feriado que acarrean las celebraciones cívicas, debe trascender en la ciudadanía la reflexión acerca de las implicaciones de esos hechos históricos que caracterizan a un grupo humano en un momento de su evolución. En el libro Bases de la Gloria. 200 años
de libertad. Homenaje a Guayaquil, editado con ocasión del bicentenario de su gesta de independencia, uno de los autores, el doctor Eduardo Peña Triviño, refiere que los hombres del siglo XIX buscaban con mucho afán la gloria —reputación, fama y honor extraordinarios que resultan de las buenas acciones y grandes cualidades de una persona—, y que para los patriotas que forjaron la revolución en la Fragua de Vulcano la gloria sí existía, porque apreciaban en alto grado el honor.
Considera también que, hasta el fin de los tiempos, la gesta del nueve de octubre seguirá recordándose y celebrándose dignamente, porque es la esencia de la nacionalidad ecuatoriana. El honor —dice— le corresponde al pueblo de Guayaquil y a los dirigentes que ofrendaron sus vidas y sus bienes materiales para obtener y cimentar la independencia.
En estos tiempos, cuando prolifera el afán de imponerse sin medir consecuencias, cuando burlar la ley ya no causa vergüenza y la corrupción y el crimen van ganando terreno a diario, se impone rescatar conceptos que han caído en desuso, como gloria, honor, generosidad y nobleza de ánimo, así como el comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública. (O)