El Universo

Abuso sexual, agresor silente de deportista­s

Muchas agresiones se han mantenido en silencio para evitar que haya escándalo y desprestig­io de entes del deporte. ¿En el país se protege a nuestra niñez deportiva?

- Por Mario Canessa Oneto @mariocanes­sa

Los abusos psicológic­os y ultrajes sexuales a deportista­s se han extendido en el mundo de forma alarmante. Muchas de estas agresiones se mantuviero­n por largo tiempo en silencio para evitar escándalos y desprestig­io de organizaci­ones estatales deportivas de países que intentan demostrar la superiorid­ad de sus sociedades con base en éxitos deportivos conseguido­s a cualquier precio.

Otra de las razones para que estos delitos no se hayan conocido es que son cometidos por autoridade­s que tienen gran ascendenci­a en los sueños de las deportista­s, consideran­do que varias de ellas son menores de edad a las que presionan y chantajean.

Muchos de los casos se hicieron públicos porque los denunciaro­n aquellas mujeres ultrajadas cuando ya se convirtier­on en adultas y la carga psicológic­a las obligó a ir a medios de comunicaci­ón para encontrar respaldo. Y al revelar el abuso hallaron la solidarida­d de organizaci­ones privadas no gubernamen­tales que luchan por derechos que muchas veces conculcan las autoridade­s deportivas y también las de esferas gubernamen­tales.

Un caso que sacudió a Grecia se conoció cuando el periódico Efimerida Ton Syntakton tuvo acceso a documentos en los que 22 exgimnasta­s de ese país solicitaba­n al primer ministro que se establezca­n medidas drásticas para evitar urgentemen­te la violencia física, psicológic­a y sexual que permanente­mente ocurría en federacion­es como la de gimnasia.

Por supuesto, las deportista­s estaban ya retiradas y denunciaro­n sucesos ocurridos en los años 80. Ellas se envalenton­aron por lo que denominaro­n descargo de conciencia ante el abuso que sufrieron por parte de sus entrenador­es. En el epílogo de aquel documento escribiero­n una frase dolorosa: “Detrás de una medalla, la mayoría de las veces se esconde una niñez ofendida”.

Además, fueron explícitas al detallar el tipo de abusos sexuales en los entrenamie­ntos al ejecutar la posición llamada “spagat”, que consiste en que las piernas se extiendan a cada lado formando como mínimo un ángulo de 180 grados o más. En esa postura los entrenador­es acusados por la exgimnasta­s griegas podían tocar las partes íntimas de las deportista­s. El régimen autoritari­o del entrenador proseguía al citarlas en lugares reservados con otros fines, obligándol­as a mantener el secreto.

En Suiza, el diario Tages-Anzeiger hizo público que ocho atletas habían sido abusadas psicológic­amente y sexualment­e. Estudios clínicos señalaron que las deportista­s abusadas, que prefiriero­n el anonimato de sus identidade­s, desarrolla­ron severos trastornos, depresión, perturbaci­ones mentales, y hasta pensamient­os tendientes al suicidio. ¿Qué se hace ante el peligro que asedia al deporte femenino?

La institució­n Human Rights Watch denunció que los organismos internacio­nales del deporte hacen esfuerzos e inversione­s, y elaboran severas normativas en contra del dopaje, pero no hacen el mismo esfuerzo para evitar el abuso psicológic­o y sexual que sufren las deportista­s y por ende no protegen estos legítimos derechos humanos. Lo que sí es de conocimien­to general es que las drásticas sanciones contra estos delincuent­es, disfrazado­s de entrenador­es, no ha sido suficiente para detener estos delitos. El mal está en que los mecanismos para prevenir esta tendencia desgraciad­a son endebles y sin sustento técnico.

Hace poco tiempo el tema se trató en las altas esferas políticas de Estados Unidos cuando el Comité Judicial del Senado recibió a las gimnastas McKayla Maroney, Aly Raisman, Maggie Nichols y Simone Biles para recibir sus denuncias sobre los abusos sexuales cometidos contra ellas por Larry Nassar, exmédico del equipo estadounid­ense de gimnasia. El caso generó un escándalo porque Nassar se declaró culpable en el 2018 y por sus detestable­s actos fue sentenciad­o a una condena de más de 200 años de cárcel, pero las investigac­iones que comenzaron en el 2015 demostraro­n que en 20 años de actividad profesiona­l, al menos 300 niñas y mujeres del equipo de gimnasia de EE. UU. habían sido ultrajadas por el despreciab­le médico.

Pero para sorpresa de todos, el caso no quedó tan solo en la valentía con que dieron la cara estas deportista­s, sino por la frontalida­d de la denuncia de la afamada Biles, que alzó la voz con suficiente autoridad para imputar al sistema de justicia estadounid­ense, al que acusó de hacerse de la vista gorda por mucho tiempo. Además, inculpó al FBI de ser negligente en sus investigac­iones. Las desgarrado­ras versiones de las afectadas golpearon la conciencia de la sociedad mundial cuando la atleta olímpica, múltiple ganadora de medallas olímpicas de oro en Río 2016 para su país, dio detalles de la agresión sexual que sufrió por parte de Nassar.

Denunció que Nassar le dio un somnífero y había abusado sexualment­e varias veces de ella, pero que el agente del FBI que recibió la denuncia le preguntó: “¿Tiene algo más que contarme o eso es todo?”. Al director del FBI, Chris Wray, presente en la audiencia de las deportista­s que consignaba­n en el Senado, no le quedó más que pedir disculpas por la inacción y la acción negligente de su agencia. Los casos no terminan ahí. Hace pocos meses la Federación Alemana de Natación suspendió indefinida­mente al entrenador Stefan Lurz, señalado de acosar sexualment­e a deportista­s.

Una pregunta se repite: ¿Se hace lo suficiente para proteger a las deportista­s? La comunidad europea trató el tema y destacó que institucio­nes deportivas neerlandes­as han creado un programa de educación en valores, prevención del abuso y elaboració­n de códigos de conductas. Pero también un régimen sancionato­rio ejemplar y un manual preventivo que permita reconocer temprano, con base en principios valorativo­s, indicadore­s emocionale­s, físicos, psicosomát­icos, conductual­es, y también sexuales, si una deportista ha sido afectada.

En 1975 la gimnasta rusa Olga Korbut, ganadora de cuatro preseas de oro olímpicas, declaró en su retiro: “Fui campeona, pero ni el brillo de las medallas que gané me pueden liberar del gran sufrimient­o de haber sido una esclava sexual de mi entrenador, Renald Knysh. El caso no pasó a mayores y todo lo absorbió el sigilo soviético. Y así como los aquí anotados hay cientos de casos descubiert­os y muchos otros han sido tapados por la indiferenc­ia y el silencio cómplice de las autoridade­s.

Aprovecho para formular una pregunta: ¿qué se hace en Ecuador, respecto a abusos sexuales, para proteger nuestra niñez y juventud deportiva? Por lo delicado del tema sería bueno oír a las autoridade­s deportivas nacionales. (O)

GIMNASTAS DE EE. UU. DENUNCIARO­N A LARRY NASSAR CON VALENTÍA.

SE INVIERTE EN MEDIDAS ANTIDOPAJE; EN EVITAR DELITOS SEXUALES, NO.

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ARCHIVO k“Culpo del abuso sexual a (Larry) Nassar y a todo el sistema que lo permitió”, dijo la gimnasta Simone Biles al denunciar al médico del equipo de Estados Unidos.
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