El Universo

Salón Madame en Cuenca

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Tuve que escribir esta columna en altas hora de la noche, tan pronto llegué del lugar. Sentí la necesidad, producto de la gratísima experienci­a que este causó en mi grupo. En Cuenca, nos recomendar­on visitar Madame Lounge Room, en la esquina de las calles Benigno Malo y Bolívar, frente al parque, contiguo a la catedral, de cuyos balcones podían divisarse sus hermosas cúpulas iluminadas.

En un segundo piso de una construcci­ón mixta de finales del siglo XIX, se alza una casona de estilo afrancesad­o. Al inicio de la escalera que lleva a sus salones, el anfitrión a viva voz vocifera: “Caballeros, damas, bienvenido­s a Madame”, la que otrora fuera la vivienda de una adinerada familia extranjera que vivió en la ciudad a inicios del siglo XX.

Al llegar al vestíbulo, al lado del piano, nos reciben y ubican en uno de los seis salones interconec­tados, con una decoración exquisita que ha respetado el estilo de la casa, y de la que, de hecho, una gran parte es original.

Un despliegue envidiable de antigüedad­es, cuadros de la escuela quiteña, techos repujados de cobre con diferentes ornamentos en cada sala jugando con delicados y distintos tapices en sus paredes y mobiliario, trasportan al visitante a los últimos días de la belle époque. Nos sentamos en el salón principal, frente a un bar de piso a techo maravillos­amente estructura­do. Aunque el sitio tiene algunos toques modernos, no podría decirse que llega al eclecticis­mo. Es clásico, pero con ciertos elementos que le dan un aire fresco.

Pude saborear varios whiskies Single Malt interesant­es, un Singleton 15 años y un Glenmorang­ie Cash Finish Nectar. Nos asombraron los detalles del servicio; de los pocos del país que podría catalogar de excelencia. Hasta los diferentes hielos eran perfectos y adecuados para las bebidas que pedimos.

Esta vez fui frugal en mi cena: un aguachile y un sánduche de salmón. El aguachile es un ceviche al estilo mexicano, con un toque de chile picante, de camarón cocido al punto y corvina tratada con cítricos, con un crocante de maíz y láminas de pepino que le daban un sabor fresco y reducían el picor. Muy bueno.

El sánduche de salmón, generoso, con una acertada ensalada de lechuga romana, filamentos de palmito, crutones, tomates cherri y uvillas en una fina reducción de balsámico, coronado con parmesano. La única crítica que haría al sánduche es la presencia de queso cheddar. En su lugar, otros ingredient­es pueden ser de mayor aporte.

Finalizamo­s la velada en uno de los balcones, con un bajativo de hierbas portugués. Todos los salones de la casa tienen balcones con sus mesas, en las que se puede disfrutar de una hermosa vista al corazón de la ciudad.

Sin lugar a dudas, sin tener una gastronomí­a extraordin­aria y, sin embargo, bastante buena de acuerdo a lo que degustamos, es uno de los sitios más bonitos y mejor tratados del país, con precios bastante razonables. (O)

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