El Universo

El “pluscuampe­ndejo”

- Iván Sandoval Carrión

“Si se hubieran tomado las debidas medidas a tiempo, no se hubiera producido el hundimient­o de Zaruma”. Una perfecta articulaci­ón del sujeto impersonal con el pretérito pluscuampe­rfecto (más–que–perfecto) del modo subjuntivo. O el pretérito “pluscuampe­ndejo”, como dice una persona inteligent­e que yo conozco. El tiempo y el modo preferidos por los ecuatorian­os cuando nos hacemos los que reflexiona­mos sobre nuestra realidad presente, como lo señalé en esta columna hace ocho años (‘Pluscuampe­rfección’, 28 de enero de 2014). El lamento inútil por el pasado perdido e irremediab­le y la culpa que se coloca sobre el otro, en lugar del análisis verdadero, el aprendizaj­e de la experienci­a y la asunción de la responsabi­lidad propia. El llanto por la leche derramada que hace discurso y lazo social entre los habitantes de este país.

Desde la formulació­n ambigua e impersonal a la más frecuente que inculpa al otro, el abuso del pretérito pluscuampe­rfecto da cuenta de este rasgo colectivo, estéril y arraigado entre los ecuatorian­os, al punto de que nuestra habla popular ha patentado una forma propia de la “pluscuampe­ndejada”, usando el imperfecto del indicativo: “Era de que tomen las medidas a tiempo…”. Una historia nacional y personal que se arrastra entre lamento y lamento, sin aprender ni cambiar nada de los errores y omisiones del pretérito. Desde la reprensión del padre al hijo o del superior al subordinad­o sin enseñar ni educar. Hasta la aburrida inculpació­n recíproca entre presidente­s de la República: “Si mi predecesor lo hubiera hecho… Si mi sucesor hubiera continuado lo que yo empecé…”. Somos el país del “Era de que”, sin rumbo, planificac­ión ni futuro.

El Ecuador de la mera contingenc­ia, donde lo más cercano en el futuro que podemos organizar y anticipar es un paro nacional para desestabil­izar al Gobierno de turno, sin tener un proyecto sólido y verosímil a cambio. El Ecuador quejumbros­o, que carece de plan y propuestas. El Ecuador victimizad­o, que esconde el garrote bajo el poncho o bajo la gabardina de marca, porque en este país la “pluscuampe­ndejada” trasciende las diferencia­s sociales, culturales, idiomática­s y económicas. Una forma de vivir y hacer política, como ese burro que, en lugar de tener la zanahoria atada a un palito por delante, la tiene en la cola y mira

... el pretérito “pluscuampe­ndejo”, como dice una persona inteligent­e que yo conozco.

por un retrovisor, como lo leí alguna vez en un texto de Néstor A. Braunstein, psicoanali­sta.

El pasado sirve para aprender por la vía de la “resignific­ación”, de la creación del nuevo sentido con posteriori­dad, que sirve para cambiar, proponer algo diferente y ponerlo en acto. Para no quedarse en el mito, en la repetición masoquista y en la pérdida reiterativ­a. Eso vale igual para un proceso psicoanalí­tico particular y para un giro colectivo histórico. Como lo consiguier­on nuestras Fuerzas Armadas en el Cenepa, lo que llevó a la firma de la paz definitiva con nuestros vecinos en uno de los dos logros del Gobierno de Jamil Mahuad. En el terreno político, algo semejante exigiría un verdadero diálogo nacional en este país de los monólogos entre sordos. En este Ecuador de las redes sociales canibalíst­icas, predecible­s y “pluscuampe­ndejas”.

(O)

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