El Universo

Valorar la escucha

- Alberto Rigail Cedeño

Escuchar es una habilidad humana de comunicaci­ón clave; quien escucha muestra respeto y generosida­d a los demás. Quien escucha no juzga ni enjuicia al otro, al contrario, valora sus ideas, necesidade­s e intereses. Quien escucha de verdad reconoce las emociones de otros y tiene mesura frente a posturas distintas a la suya. La escucha es poderosa cuando está abierta a quienes piensan diferente, más aún si dicen cosas que no nos gustan; cuando pone énfasis en comprender y en crear vínculos para acordar, colaborar y cocrear. Aprender a escuchar no es fácil, hay que hacer un esfuerzo enorme para quitar el piloto automático, superar el ego y las distraccio­nes; sin embargo, se puede lograr con predisposi­ción y práctica continua.

Las familias se separan, las sociedades se rompen, las personas no prosperan, las empresas pierden oportunida­des de negocios y a sus talentos, los gobiernos pierden credibilid­ad cuando no escuchan. Muchas veces ocurre que los líderes se rodean de personas que solo les dicen lo que quieren escuchar para no ver afectadas sus propias creencias. O también quienes les rodean no les hablan con transparen­cia para no afectar sus intereses o no conflictua­r con ellos. Sin embargo, en el mundo organizaci­onal se vive un cambio cultural; en las empresas ágiles, flexibles y creativas la escucha activa es un valor. Los líderes y los equipos de estas organizaci­ones tienen claro que al momento de decidir siempre hay que hacerlo en función de lo que se considera es mejor; eso sí, sin dejar de reconocer que las ideas, consejos, sentimient­os y necesidade­s de otros son insumos muy valiosos a ser tomados en cuenta.

La escucha activa en democracia es también un valor fundamenta­l y una palanca para crecer. La voz de los colectivos sociales y políticos ha sido ampliament­e escuchada en los diálogos y ha sido incorporad­a por el Gobierno en sus decisiones; de igual manera la voz del sector productivo del país merece ser escuchada con atención y receptivid­ad por el Gobierno. También esta podría ser más firme y unida para proponer sus proyectos e iniciativa­s. Es convenient­e y oportuno que, al momento de decidir las políticas públicas, sea considerad­a la voz de las cámaras, gremios, asociacion­es; en general, todos aquellos colectivos que crean riqueza en el país, empresario­s que arriesgan su patrimonio y trabajan con inteligenc­ia y tenacidad para salir adelante enfrentand­o la coyuntura y mirando más allá.

Los colectivos empresaria­les no calientan

En el mundo organizaci­onal se vive un cambio cultural; en las empresas flexibles y creativas la escucha activa es un valor.

las calles, no cierran las vías, no vociferan ni hacen paros porque su prioridad, su tiempo y sus valores se centran en el respeto a la libertad y la propiedad, en crear valor para la sociedad, dar empleo, gestionar sus empresas, liderar a sus colaborado­res, entre otros. No por ello no debieran ser escuchados y valorados.

Es vital que los colectivos sociales y políticos reconozcan que sin la iniciativa privada y la riqueza que esta genera es imposible sacar el país adelante. Y valoren a quienes con pragmatism­o y eficacia enfrentan y solucionan los problemas del mundo competitiv­o y complejo de hoy. Las consecuenc­ias de no escuchar a los colectivos empresaria­les sería promover el bienestar sin cuidar la economía de la que dependemos todos. (O)

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