El Universo

Al borde del caos

- Mauricio Gándara Gallegos

El país está asistiendo a un denigrante y peligroso enfrentami­ento entre poderes del Estado por el dominio del Consejo de Participac­ión Ciudadana y Control Social, para con ese dominio designar a los titulares de los organismos de control. Es denigrante, porque en esa disputa salen a la luz los más bajos instintos, y es peligroso porque las maniobras empleadas por los contendien­tes arriesgan la estabilida­d de la República, su prestigio internacio­nal, y mantendrán por las nubes el riesgo país. Lo que al principio pudo parecer un mero enjuiciami­ento político por la mayoría parlamenta­ria de la Asamblea a cuatro miembros del Consejo de Participac­ión para destituirl­os y simplement­e reemplazar­los por suplentes y con ello recuperar la mayoría perdida, está yendo mucho más lejos, porque la mayoría destituida del Consejo ha recibido del Gobierno un respaldo que lo ha llamado, en términos casi diplomátic­os, “reconocimi­ento”, como que se reconoce a un gobierno extranjero, y que no sabemos bien qué significa. Así las cosas, es una lucha entre el Poder Legislativ­o y el Poder Ejecutivo. Y los destituido­s han recurrido a otra creación de la Constituci­ón de Montecrist­i, los recursos judiciales de protección de sus derechos. Irónicamen­te, son estos dos inventos de esa Constituci­ón los que se encuentran en la contienda. El bloque legislativ­o mayoritari­o quiere destituir a la mayoría, llamada gobiernist­a, del Consejo de Participac­ión, y estos se defienden usando los recursos de protección. Si se derogara la Constituci­ón de Montecrist­i y quedara vigente la anterior, dejarían de existir el Consejo de Participac­ión y estos recursos de protección absurdos que confieren a cualquier juez de cualquier remoto sitio la facultad inflada y ridícula de suspender las decisiones de los poderes del Estado. Hay que volver a la racionalid­ad.

El Gobierno tuvo a su disposició­n varios recursos para evitar lo que está viviendo: pudo disolver la Asamblea antes de que esta destituyer­a a cuatro miembros del Consejo de Participac­ión –lo que fue una guerra largamente anunciada–, pudo someter a consulta popular la derogatori­a de la Constituci­ón de Montecrist­i y la vigencia de la de 1998, actualizad­a. Pero el Gobierno no debería descartar el acudir a estas medidas heroicas si no sale airoso de esta prueba de fuerza con la Asamblea o si las exigencias de la Conaie y compañía se tornan intolerabl­es, como es evidente que lo son por el rechazo de la ciudadanía y el desacuerdo manifestad­o por el ministro de Finanzas con lo que podríamos llamar pródiga prodigalid­ad del ministro de Gobierno, que parece no saber el costo presente y futuro de su debilidad evidente en las llamadas mesas de diálogo. La Asamblea, su presidente, tampoco han tenido actitudes que puedan ser considerad­as ejemplares, ni mucho menos; tan es así que la mayoría de los suplentes de los vocales destituido­s del Consejo de Participac­ión se han demostrado renuentes a atender la citación de la Asamblea a ser posesionad­os como principale­s. Actitud digna que contrasta con la de los llamados “diputados de los manteles”.

Estamos a puertas del caos y es necesario tener el valor para seguir adelante, aun si las autoridade­s flaquean. (O)

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