El Universo

El llanto de CR7

- Pedro X. Valverde Rivera pedrovalve­rderivera@gmail.com

En estos días en que, parafrasea­ndo al genial influencer argentino Jero Freixas, muchos están (los que pueden) o queremos estar (los que no podemos) “... cerrados por motivos mundialíst­icos...”, gran parte de la informació­n que circula en los medios de comunicaci­ón y en las redes sociales tiene que ver con el Mundial de Fútbol que se juega desde el 20 de noviembre.

Y con el paso de los años, no cabe duda de que la óptica con la que los seres humanos miramos los mismos hechos, las mismas situacione­s, va cambiando.

No solamente que la perspectiv­a no es la misma, que el análisis es diferente, producto de la evolución que experiment­amos con el paso de los años y de todo aquello que nos ocurre y que nos alimenta en todo sentido, sino que además comenzamos a fijarnos en detalles, en matices, en movimiento­s y en pasajes que jamás habíamos notado antes. En situacione­s que las rescatamos y que incluso las consideram­os de mayor relevancia que las que siempre habíamos contemplad­o como las protagonis­tas.

En el caso del Mundial de Fútbol, huelga por evidente que el protagonis­ta es el fútbol. Los jugadores, los colores de las seleccione­s, las estrellas y por supuesto, los goles, las asistencia­s, los años, las tapadas espectacul­ares, las celebracio­nes; es decir, todo lo que encierra a la magia del rey de los deportes. Esa adrenalina universal que mueve a miles de millones de personas alrededor del mundo y que, religiosam­ente, se juntan (al menos espiritual­mente, a través de un televisor/computador/celular) cada cuatro años.

Sin embargo, con menos protagonis­mo, pero no con menos relevancia, he encontrado el momento solemne del canto de los himnos nacionales de los países presentes en la cancha antes del inicio de los partidos del Mundial, como de aquellas mágicas postales de la Copa del Mundo.

Digo esto no solamente por la diversidad cultural y musical que implica escuchar y ver en escena a los diferentes equipos y sus hinchadas entonar a todo pulmón su himno nacional, como si estuvieran en el frente, con bandera, espada y escudo, ad portas de librar la batalla de independen­cia, sino, además, por los valiosos y positivos mensajes que aquellas imágenes pueden enviar al mundo, sobre todo, a las nuevas generacion­es, tan necesitada­s de estas.

Me refiero al amor por la patria, al sentimient­o de pertenenci­a a un territorio,

... llorando como un niño emocionado al cantar y escuchar el himno de su país, es uno de esos regalos que nos deja el Mundial...

al orgullo de sentirse parte de una nación, a la importanci­a de vestir los colores de un país por encima del dinero, del poder o de la fama. Me refiero a valores. Sí, esos que están tan venidos a menos en estos tiempos en que todo es relativo.

Las imágenes del consagrado y multimillo­nario Cristiano Ronaldo, múltiple ganador del Balón de Oro y de la Champions League (y que se acaba de dar el lujo de renunciar a millones de dólares a cambio de quedar liberado de un club inglés), llorando como un niño emocionado al cantar y escuchar el himno de su país, es uno de esos regalos que nos deja el Mundial de Qatar 2022, que hacen que valga la pena el Mundial. (O)

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