El Universo

De los errores se aprende

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Siempre hay que tener un camino, una hoja de ruta, un rumbo a las estrellas; a las finales todos llegaremos a ellas porque somos parte de ellas, de este bello e inconmensu­rable universo.

No hay nada, ni nadie que impida que un hombre o una mujer sean felices, todo depende de nosotros mismos. Nuestro primer amor es a nosotros mismos y nuestro primer viaje es hacia nuestro interior, para reflexiona­r, meditar y decir: tengo una vida que es mía, ¡bueno! ¿Qué voy a hacer con ella?

Ese fue el primer planteamie­nto que me hice en mi vida por haber nacido en este bello Milagro, de apenas 20.000 habitantes. Lo más cómodo, seguro y mediocre habría sido ‘el ingenio’ porque había bastante trabajo, como obrero o machetero. Me dije mejor ponte a estudiar y podrás ser un profesiona­l, no veo por ningún lado que estos se mueran de hambre.

Y le dije a mi padre que la única herencia que quería que me deje sea la educación. En ese tiempo había que rogar y llorar para que a uno lo dejen estudiar.

Ahora, en cambio, hay que rogarles a los muchachos para que estudien.

Me paré firme y me fui a estudiar a Riobamba, luego a Cuenca y luego a Guayaquil. Veinticinc­o años de estudio y como veinte de profesor; hice lo que me propuse, tengo mi familia, no soy millonario porque nunca fue mi objetivo, pero vivo bien, como me gustó siempre.

Viajé, estudié, curé, serví, amé, jamás odié a nadie.

Si alguien no me agrada simplement­e lo ignoro, tengo muchos y buenos amigos, de los mejores, de los que nunca traicionan y de los que más he aprendido, los libros.

Siempre supe que en la vida todo es transitori­o, que después de 100 años solo unos pocos de todos los que ahora estamos sobrevivir­emos, que nada nos llevamos, que todo es fantasía, ilusión, vanidad, que los grandes títulos y las grandes mentes algún día terminarán en la soledad y el olvido, que la vida es ahora que hay que disfrutarl­a sin la estupidez de las drogas.

Que las mejores adicciones son Dios, el amor propio, amarse a uno mismo primero y después amor a la familia, al estudio, al trabajo, a la dieta, al ejercicio, a la oración, vivir y dejar vivir a la gente, que cada cual se labre su propia historia y su propio destino y servir a los demás, esa es la única, bella y verdadera razón de la existencia humana. (O) Alexander Cajas, periodista, Milagro, Guayas

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