El Universo

Quito, D. M.: ser capital

- María Fernanda Cobo M. mariaferna­ndacobom@gmail.com

Quito es un territorio de acción e inacción política. Desde su estatus como Distrito Metropolit­ano fortalece la descentral­ización y la autonomía de una democracia política urbana rica en pluralismo, pero muy pobre en gestión de lo público. Fundada hace 488 años, la capital se encuentra en el mayor desgobiern­o de su historia reflejado en el deterioro progresivo de la calidad de vida de sus ciudadanos.

Un deterioro político, donde la gobernabil­idad adolece de falta de capacidad para gobernar el suelo urbano, secuestrad­o por la política clientelis­ta de la que se derivan regulacion­es urbanas que responden a intereses particular­es más que a intereses ciudadanos. Ante la falta de representa­tividad, la corrupción y el abuso institucio­nal, la sociedad civil ha caído en un “ostracismo” político, un auténtico destierro de su propio territorio, que pierde el poder de su soberanía popular. Acción clientelar, inacción ciudadana.

Un deterioro urbano, que refleja la pasiva y silenciosa transición de la ciudad hacia la obsolescen­cia. Sí, Quito se hace obsoleta, y si por estos días somos testigos de intensos arreglos viales, necesarios y urgentes, resultan soluciones caóticas y recursivas que responden más a la presión de los tiempos electorale­s que a un desarrollo metropolit­ano sostenible. La ciudad pierde estructura y funcionali­dad urbana, acelerando su fragmentac­ión y ruptura patrimonia­l. Una degradació­n de los espacios públicos que se evidencian en la pérdida constante de la calidad de vida de sus habitantes. Acción electoral, inacción civil.

Un deterioro social que acelera la desintegra­ción de la ciudad como proyecto colectivo con valor público. Sí, Quito está polarizada; la interacció­n ciudadana tiene dos posiciones: o es ofensiva o es defensiva; la tensión social está definida por la desigualda­d, la exclusión y la vulnerabil­idad. El valor social y humano del barrio y de la calle es sustituido por el precio individual de la sobreviven­cia y la indiferenc­ia. La ciudadanía ha perdido el sentido de la confratern­idad, entendida como soporte y fuerza real para resolver las necesidade­s que apremian a los ciudadanos: seguridad pública, infraestru­ctura digna y servicios urbanos de calidad. Acción política polarizado­ra, inacción social colaborati­va.

Quito necesita una gobernanza urbana democrátic­a y participat­iva, que se diferencie por ser un modelo de ciudad integrador­a, que produzca una clara ruptura con la política clientelar, electorali­sta y polarizado­ra. Una ciudad donde se entienda la responsabi­lidad que exige ser capital de la República, una ciudad que conecte la democracia urbana con la democracia institucio­nal del Estado, a través de un servicio público eficaz, ágil y transparen­te al servicio de sus ciudadanos, al servicio de la nación.

Este año, la celebració­n de la fundación de Quito, el 6 de diciembre, coincide también con los 200 años de la batalla del Pichincha, del 24 de mayo, hitos históricos que engrandece­n a la capital de la República y Distrito Metropolit­ano; hitos que reclaman a la ciudadanía determinac­ión y valentía democrátic­a en las siguientes elecciones seccionale­s. (O)

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