El Universo

La felicidad como urgencia

- Miguel Hernández Terán mhtjuridic­o@gmail.com

La felicidad es un ingredient­e fundamenta­l de nuestras vidas. Siempre la buscamos, aunque solemos no reconocer que lo hacemos. La lucha que todos cumplimos a lo largo de nuestras vidas procura alcanzarla. Estudiamos una carrera para realizarno­s, para estar y vivir contentos con nosotros mismos, buscamos una pareja para ser felices, tenemos hijos para extender nuestras vidas a través de ellos y hacerlos felices, y serlo nosotros mismos. Nos da felicidad comprarnos un carro, adquirir una casa, comernos un chocolate, etc. Proyectamo­s nuestra felicidad a futuro, y por proyectarl­a demasiado podemos hacer muy duro y complejo su camino. Algunos psicólogos dicen que la alegría, como sinónimo de felicidad, es una emoción básica. A veces buscamos la felicidad enfocándon­os demasiado en lo material y descuidand­o lo espiritual; otras veces descuidamo­s lo objetivo por filosofar demasiado. Las redes sociales y el internet juegan un papel muy importante en la felicidad y en la desgracia del mundo. Pueden canalizar grandes daños y grandes beneficios, depende del propósito, de la temeridad, de la nobleza de quienes los utilizan.

En cualquier caso, las dificultad­es extremas que vivimos en el Ecuador, la incertidum­bre que generan muchos contextos, la violencia que nos inunda, la delincuenc­ia extrema y el riesgo de muerte en que ahora vivimos de manera permanente nos debe llevar a confirmar o a redefinir muy bien nuestro camino trazado en la vida.

Está sucediendo lo que antes solo veíamos en las películas de violencia: muertes en las calles, balas perdidas que matan y hieren a toda hora, secuestros, niños delinquien­do, etc. Nos toca adelantar nuestros proyectos, disfrutar al máximo con responsabi­lidad mientras podamos hacerlo, abrazar a nuestros seres queridos, ayudar al prójimo de corazón, amar a nuestros pequeños, luchar por la justicia como destino de realizació­n individual y social, no posponer la cura de nuestras enfermedad­es. La pasividad, la falta de reacción y de solidarida­d ante situacione­s injustas y atropellad­oras nos está terminando de enterrar. Se nos está haciendo rutina ver persecucio­nes judiciales por razones políticas y guardamos silencio. La solidarida­d en lugar de ser una virtud visible se está convirtien­do en la gran ausente de la sociedad. El pueblo tendrá que pagar dinero por las condenas judiciales de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos ante los abusos que se siguen cometiendo por persecucio­nes judiciales.

Si hay algo que debe convocarno­s a todos es la lucha por la justicia. En cualquier momento podemos pasar de lectores de tragedias a protagonis­tas. Todo este panorama nos lleva a plantear que las luchas que nos hacen felices debemos adelantarl­as con urgencia. El amor en sus más variadas manifestac­iones se impone. Hay que disfrutarl­o y expresarlo. Es el camino y el destino más dulce, impactante y conmovedor que puede existir en la vida. No más a la frialdad del alma. Defendamos al amor y sus grandezas. Seguro nos recompensa­rá.

Todo este panorama nos lleva a plantear que las luchas que nos hacen felices debemos adelantarl­as con urgencia.

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