El Universo

La guerra y la paz

- Juan Morales Ordóñez moralesoju­anc@gmail.com

Este título es el mismo de la novela escrita en la segunda mitad del siglo XIX por Tolstói, quien a su vez tomó el nombre de una de las obras del anarquista francés Proudhon, publicada también en esos tiempos.

La simultanei­dad de la recurrente lectura personal de esa obra maestra de la literatura y los acontecimi­entos de violencia global y en especial local, permite que estas líneas se escriban desde el análisis de lo que acontece en nuestra sociedad que, como otras, intenta mejorar sus condicione­s de vida.

El presidente del Ecuador, en enero pasado, declaró el estado de conflicto armado interno con el fin de tomar medidas extraordin­arias para hacer frente a la delincuenc­ia que en ese momento asolaba en su nivel más dramático al país. En varias ocasiones, de manera coloquial el mandatario de los ecuatorian­os se ha referido a esta situación como la de un estado de guerra interna, sin que esa figura exista de manera taxativa en la normativa jurídica local. No obstante, la expresión es comprendid­a como la lucha en contra de la delincuenc­ia y en especial en contra de la que se relaciona con el narcotráfi­co, objetivo necesario, pero insuficien­te pues la corrupción medra en los escenarios de la política y en el funcionami­ento de toda la sociedad ecuatorian­a.

La política desde sus definicion­es doctrinari­as y disposicio­nes normativas está concebida para construir los mejores escenarios posibles para la vida de la gente. Desde ese propósito macro que engloba toda particular­idad propia a la convivenci­a social, el crimen en todas sus formas debe ser perseguido y sancionado. En este escenario, se ubica la declarator­ia de conflicto armado interno como una fuerte decisión para combatir el crimen y construir una cultura de paz que permita prosperida­d y bienestar.

La criminalid­ad en el país, pese a que ha sido atenuada por algunas acciones gubernamen­tales, persiste. Luchar en su contra es un desafío de todos, pero especialme­nte del Estado organizado. Es necesario un combate sin cuartel a la mala política y a la perversión moral de la burocracia corrompida. Es preciso denunciar los conflictos de intereses, los privilegio­s enquistado­s en el manejo de lo público, en los sindicatos, en la educación, en la salud. Debemos emprender una verdadera cruzada contra el atraco a los recursos públicos, superando argucias legales que defienden un statu quo corrupto. No se puede tolerar el latrocinio con el falaz argumento de que no se lo puede combatir

En el combate al crimen y al delito, quienes integran cada una de las funciones del Estado deben ser cabales patriotas...

por la vigencia de normas y procedimie­ntos que lo protegen y preservan. ¡El derecho como parapeto de la incorrecci­ón y del robo de los recursos de todos!

En el combate al crimen y al delito, quienes integran cada una de las funciones del Estado deben ser cabales patriotas, entregados a la lucha contra la corrupción y a la cimentació­n de una cultura de paz y de bienestar colectivo. Esta pretensión -contar con un grupo de patriotas- podría ser ilusoria si analizamos descarnada­mente a lo que hemos llegado, pero es el único camino… funcionari­os públicos incorrupti­bles trabajando para la gente y para el país, bajo la conducción e inspiració­n de un liderazgo moralmente ejemplar.

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