LOS EFECTOS DE LA FALTA DE LUZ

Para la noche del 26 de abril se preveía que los habitantes del sector de La Aurora, en Daule, se convocaran a fin de protestar por los periodos de cortes de luz, que son de hasta diez horas en la zona. No solo se trata de la incomodidad de no encender acondicionadores de aire en un clima por demás caluroso y húmedo. Las restricciones causan descomposición de los alimentos por la imposibilidad de refrigeración.

Además, mientras no hay energía eléctrica se debilita el servicio de internet; en el día, el tráfico se complica por los semáforos apagados; y en la noche, pese a que en el caso de las urbanizaciones hay guardianía, se mantiene el temor porque los dispositivos de seguridad eléctricos funcionan a medias, en el mejor de los casos con ayuda de generadores.

La angustia y agotamiento empiezan a evidenciarse no únicamente en redes sociales, sino en la organización de plantones como el anunciado.

Es legítimo el cansancio cuando un ciudadano siente sus necesidades desatendidas. La crisis energética es gravísima, más allá de las explicaciones del Ministerio de Energía.

El ministro (e) Roberto Luque reconoció hace una semana problemas de comunicación, particularmente en los anuncios diarios de los periodos de corte, que los hacen las empresas distribuidoras del fluido eléctrico. “Entiendo la problemática que generan los cortes. El operador Cenace determina una planificación con base en los datos del sistema. La programación de horarios se realiza con el fin de no causar un perjuicio mayor a los sectores industrial y residencial”, repitió el 26.

El conflicto que enfrenta el ministro no es sencillo, porque se trata de buscar soluciones a corto plazo pero también los mantenimientos y contrataciones para que periódicamente el país no se apague por efectos del estiaje. A la par, es indispensable que se comuniquen con la debida anticipación los cronogramas. Los ciudadanos exigen como mínimo esto para poder organizar sus actividades y economías.