SOLO ES UNA MÁS
Sí que fue una sorpresa ver Solo es una más. Espero que este filme no sea ‘ una película más’ de Viviana Cordero, ya que es una de sus mejores producciones, la más original. Eso sí, extrañé no tener o no encontrar en Internet la ficha técnica, de manera que algunas opiniones carecerán de los nombres y apellidos de quienes las ejecutaron.
Empecemos por la fotografía y color de las escenas: quienes las hayan realizado merecen felicitaciones: nítida, luminosa, estupenda utilización del color. Como detalle pictórico están las flores, tan vívidas que provoca estirar la mano y agarrar una de ellas para obsequiársela a Viviana. Los efectos visuales de las pesadillas surgieron en la pantalla con tonos ‘ harrypoterianos’.
El sonido, su mezcla, muy bien. Vestuario apropiado, música diversa, buenas locaciones, llamativos personajes en el café que visita Mateo, aunque las abruptas apariciones del rockero de pelo azul parezcan un desenfoque o que la mesera camine insegura y con más curiosidad que el espectador.
En el campo de las actuaciones sobresalen, primero, María Teresa Guerrero por su frescura, espontaneidad y esa naturalidad frente a la cámara que demuestra su experiencia. Su personaje moderno, desinhibido, le cae como Mateo ( Joaquín Wappenstein) ha cumplido 20 años, sufre de epilepsia y convulsiona debido a un tumor cerebral. Accidentalmente, mientras se alista para salir a la calle, escucha una pelea que llama su atención: la bronca es entre Natalia y su pareja. Quiere calmarla y la invita a su departamento; de allí nace una amistad que termina en apego emocional, sentimental de Mateo hacia Natalia. Esteban, su padre ( Pedro Saab Jr.), es médico, viudo, irascible y le preocupa enormemente su hijo, lo sobreprotege. Esteban experimenta amores con una muchacha ( María Eulalia Silva) y ansía reencontrar su vida.
anillo al dedo, además: sabe llorar. María Eulalia Silva ( ojalá no equivoque el nombre) está genial, se come el papel, controla sus reacciones y tampoco le teme a la cámara, jamás se acartona y su vehemencia, paciencia, alegría y enfado, quedan expuestas tal cual son. Wappenstein, al comienzo, desconcierta ( peor aún si el espectador desconoce la historia verdadera), pues su actuación queda entre el límite que impone el buen humor y el hecho de la vida real. Después el personaje se afianza y en la noche de su preestreno, la gente rió y se emocionó de buena gana con
sus salidas, expresiones, rebeldía y tristeza, especialmente cuando escribe en el pizarrón: “Solo es una más”, solo que esta vez no es una convulsión… es una mujer. Nicolle Herdoíza conmueve y sabe su papel. Un aplauso a quien haya tenido a su cargo el reparto. Toty Rodríguez, como siempre, lógica en sus parlamentos, dichos con histrionismo. Pedro Saad Jr. queda bien: tiene la dureza del padre que exige a quien sufre discapacidad, que le pide un mejor comportamiento, a sabiendas de que lo que más necesita su hijo es paciencia y cariño.