ASESINATO EN EL EXPRESO DE ORIENTE M
agníficamente fotografiada, paisajista en sus largos planos, gran dirección artística, loable montaje y apropiada banda sonora no son suficientes para demostrar que esta cuarta versión de Asesinato en el Expreso de Oriente no opaca a la de 1974, donde Ingrid Bergman se llevó el Óscar secundario por desempeñar el rol que ahora toma Penélope Cruz y para la cual truecan a la misionera sueca, en una españolizada versión del personaje. El problema es que Branagh, entusiasmado con la figura principal, le dedica más tiempo al detective que al extraordinario reparto que lo acompaña. Se impone un falso bigote y - al exagerar la pronunciación de un belga hablando inglés- ridiculiza al investigador que tan bien plasmó Agatha Christie en sus novelas de misterio.
Mérito del largometraje es presentar a un grupo de actores, famosos y principiantes, que entretienen al espectador cansado de monstruos o dibujos animados. Pues esta es una película que sirve para demostrar el jamás extraviado fulgor de las estrellas fílmicas. Sobresale Daisy Ripley ( de las nuevas guerras galácticas), pues cada una de sus escenas la convierten en foco de atención. Johnny Depp vuelve a recuperar su capacidad histriónica. Michelle Pfeiffer, como la señora Hubbard, es el eterno femenino. Dench, en el rol de la princesa Dragoniroff ( Óscar 1998, por Shakespeare apasionado) acierta pero no asombra. Penélope Cruz no desmerece, así como Willem DeFoe y todos triunfan en las secuencias que abarcan interrogantes y sospechas. Aporta al filme la energía creativa de Branagh, con ella logra que la dirección artística se esmere en repro- ducir los interiores del tren, que el vestuario sea modernista sin olvidar su época, en la elegancia e inventiva del largometraje. Donde falla es al no encontrar la fórmula adecuada para mostrar la verdad del crimen, luchando para que el espectador mantenga su especulación sobre quién fue el asesino de Rachett.
NOTA AL MARGEN: El legendario y lujosísimo Expreso de Oriente fue creado en 1883 para servir a las clases privilegiadas ( aristócratas y millonarios) e iba de París a Constantinopla ( hoy Estambul). Alcanzó su auge en los años 30 y cerró sus operaciones en el 2009.