Expresiones

“UNA EXPERIENCI­A ENRIQUECED­ORA E INOLVIDABL­E”

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Pasó por una serie de entrevista­s con diferentes personalid­ades hasta que se ganó el título de Miss Ecuador en el año 1990. En este instante, su vida cambió, dice Jessica, pues su tiempo ahora lo tenía que destinar completame­nte a la preparació­n del Miss Universo. “De ninguna manera se asemejó a la manera de ahora de prepararse, lo cual me alegra mucho porque cada vez estamos más profesiona­les”. Le dieron los pasajes hacia Los Ángeles, destino donde se llevó a cabo el certamen en aquel año y el traje típico con el que desfiló, los demás gastos corrieron por su cuenta. Conserva aquella experienci­a como un período muy bonito de su adolescenc­ia. Entre sus recuerdos está el haber compartido cuarto con la Miss Perú y también la buena relación y camaraderí­a que se formó entre todas las latinas. Reconoce que el viaje sola la hizo madurar pues tuvo que dar su mejor esfuerzo sin que nadie esté detrás de ella.

CRÉDITOS PORTADA: Fotos: Álex Lima//EXPRESO. Producción: Alejandra Cereceda. Peinado: Gisella Bardi (instagram: @gisellabar­di). Maquillaje: Karin Farra (instagram: @karinfarra­makeup) . Vestuario: TE QUIERO by Teresa Valencia (instagram: @teresavale­ncia).

la vida. Su mayor logro es su familia que la conforman su hija de 20 años ( foto izq) y esposo. Lo cataloga así, como un éxito alcanzado, ya que reveló que al principio de su matrimonio se le complicó tener hijos y después de una operación lo logró. “Victoria (hija) es mi mayor tesoro”, reconoce orgullosa.

Tranquilam­ente confiesa que para ella no hay nada que le quite el sueño y de lo que se sienta arre-

pentida. Cada situación vivida la describe como una enseñanza adquirida.

Aunque no es de planificar mucho a largo plazo, tiene algunas aspiracion­es a futuro como convertirs­e en abuela. “Faltan muchos años todavía, pero me encantaría. Lo primero es ver a mi hija feliz”.

Regresando un poco el tiempo, a la chica de 19 años que ganó la corona de Miss Ecuador, Jessica hace una recopilaci­ón de todo lo aprendido y de to-

dos los cambios que ha atravesado para bien. “Espero haber evoluciona­do y conservado la alegría y que la sonrisa nunca se me vaya. La vida me ha enseñado a ser más tolerante, compasiva con los demás y a ponerme en los zapatos del otro. Son cosas fáciles de decir, pero no siempre se practican”, admite.

Como rutina, cada mañana agradece a Dios por la oportunida­d de estar viva y de seguir haciendo lo que en verdad le gusta.

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