Expresiones

DISTINCIÓN, INFIDELIDA­DES Y UN PASADO NAZI

SILVIA DE SUECIA

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Desde siempre ha derrochado belleza y mucha clase. La vida de Silvia de Suecia parecería haber sido sacada de un cuento de hadas. Conoció a Carlos Gustavo en Múnich, en los Juegos Olímpicos de 1972. Cuatro años después contrajero­n matrimonio en la catedral de Estocolmo. Y ella se convirtió en reina.

Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. En medio de los lujos y el glamour que significa pertenecer a la familia real, Silvia debió afrontar muchos líos familiares, como el pasado nazi de su padre, las continuas infidelida­des de su apuesto marido y la rebeldía de sus tres hijos. Ahora, a punto de cumplir 75 años, parece, el panorama está mucho más calmado.

En estos momentos, su vida se ve matizada por su papel de abuela de siete niños. Atrás quedaron los problemas de anorexia de su hija Victoria, quien es también la heredera. La situación de Magdalena, la del medio, cuyo esposo estuvo envuelto en algunos escándalos por unos negocios, ya no da de qué hablar. Y, por último, el matrimonio de Carlos Felipe y Sofía Hellqvist, antes camarera, actriz y modelo, parece ser estable y feliz.

Lo que todavía queda en el aire son los negocios de su padre, Walter Sommerlath, miembro del partido nazi en Alemania y director de una empresa confiscada a un judío berlinés, que han sido objeto de discusión en Suecia en el pasado. La propia reina tuvo que explicar que su progenitor nunca fue soldado ni tampoco activo políticame­nte. “Era difícil ir contra corriente en aquellos momentos”, justifica.

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