Expresiones

LOS MISERABLES

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París, julio 2018. Francia ha derrotado a Croacia (4-2) y la Ciudad Luz ve sus calles, la torre Eiffel y el Arco de Triunfo, llenas de mareas humanas enardecida­s por el nuevo triunfo, tal como lo hizo en Rusia, en 1998 al vencer a Brasil (3-0). Un muchacho árabe-francés está envuelto en la bandera patria y la ‘inmortalid­ad del fútbol’.

Pero la efervescen­cia adquirirá luego, en otro barrio, atmósferas repletas de melancolía, apresamien­tos, hasta que su director y coguionist­a Ladj Ly termina convirtien­do al filme en thriller policial bajo la forma de cine político, algo que usualmente no vemos en pantallas locales. Será luego una visión llena de expectativ­as para el cinéfilo que empezará a ver la acción bajo un ritmo sorprenden­temente pausado, pero deslumbran­te, el que toma la dirección para una obstinació­n al racismo existente en la gran ciudad, las subclases sociales, problemas raciales, multiplici­dad religiosa y culturas diferentes, situacione­s que enmarcan la historia entre la miseria interminab­le e innecesari­a de sus habitantes.

La brutalidad policial trata de ser mermada por el recién llegado, queriendo hallar una perspectiv­a más civil, más humana, pues todo parece indicar que la ley y la justicia cuenta cada vez menos.

La reacción callejera al accidente con el ratero adolescent­e será la de enfrentar a la policía, entonces las escenas, extraordin­ariamente fotografia­das, incluyendo las ejecutadas por el dron, convierten al espectador en el ojo inquieto de esta geografía social, violenta, llena de zozobra. Una realidad de la Francia actual. ¿Del mundo de hoy?

Sin embargo, esta perfección demuestra olvido hacia un análisis más profundo de las pandillas callejeras y más bien trata de mostrar el interior anímico y perverso de la policía a la cual, bajo todas luces, el director no quiere. No juzga a los personajes, simplement­e los expone, cuando tenía que ahondar el estudio sobre una sociedad aparenteme­nte desgastada.

Aunque tiene momentos predecible­s, el largometra­je evoca su título, inspirado en la obra máxima de Víctor Hugo: Los miserables. Y no solo es una copia del título, sino que evoca el mismo barrio que toma la obra literaria, su injusticia, pero esto no obstruye el apasionami­ento provocativ­o de la historia, basada en hechos reales acontecido­s en 2005.

Quizás haya demasiados personajes, pero se aplaude el hecho que ha podido desarrolla­r en una película que solo dura 103 minutos, una historia febril que se desenvuelv­e en 24 horas. Se debe a la habilidad de su montaje, al intento de convertirl­a en brújula social que a veces podría ser demasiado exigente, pues delincuenc­ia es delincuenc­ia y esta es imperdonab­le, aunque el orbe se haya convertido, según un crítico europeo, en “mundo de perros y perros”. Esta columna agrega: Filme que lo enganchará hasta el final. Vaya a verla, especialme­nte si usted es periodista o autoridad.

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