ANNA FRANK: HISTORIAS PARALELAS
Los documentales jamás han sido el plato fuerte de los exhibidores y sus cines. Por lo tanto, no siempre se los encuentra. Por ello, seguramente Anna Frank: Historias paralelas no ingrese a la nómina de los 10 filmes más vistos en Ecuador.
En realidad, no importa si el espectador queda consiente de que este género se descubre en Netflix y este es el caso: un gran documental dirigido con inteligencia, buen tono, digno, absorbente, preciso, dramático sin llegar a lo blandengue. Un homenaje cinematográfico a un grupo de mujeres que sobrevivieron a los campos de concentración creados por el nazismo para fomentar su ‘raza superior’ y acabar con los judíos que poblaron Europa en los años de la Guerra Mundial, la Segunda así llamada.
Helen Mirren da su voz, actuación y presencia a la narrativa. Cuando lee el párrafo en que Anna cuenta su primer beso, ella lo vivifica, hace que el televidente comprenda, vea, la emoción de la chiquilla. La firmeza y ductilidad de su voz permite que el diario se convierta en frases sentidas por la autora.
La presencia de la joven muchacha que sigue la ruta vivida por Anna es precisa: con su celular y sus redes sociales va preguntándose, calladamente, por qué surgió este odio. La curiosidad la lleva a sinagogas y museos, parques y plazas de Ámsterdam, sitios específicos de París, Praga y los mismos campos de matanza, donde “se entraba por la puerta y se saqueña, estaba obligada con su hermana a arrastrar cadáveres para botarlos a las fosas comunes, o el nieto que se tatuó el número con que su abuela ingresó al campo de concentración.
Aquellos momentos sobrecogen y más de uno retendrá lágrimas o ‘tragará duro’ al ver cómo destruyeron esa niñez. Por ello, Annafrank: Historias paralelas se convierte en el símbolo del terror que ostentó el siglo XX, pues ya lo dijeron: “Cuando destruyes a los niños, destruyes infinitas posibilidades”.
Vea este documental sobre ‘la casa de atrás’, porque con esto reafirma el