EL ARGUMENTO
Arianna Szoréngi, Sarah Lichtsztejn- Montard, Helga Weiss, Andra Bucci y Fanny Hochbaum no son actrices, son sobrevivientes del Holocausto judío. Ellas unen sus voces a la de Helen Mirren ( Óscar en 2007 por su trabajo en La reina) para hablar de sus vidas, que transcurren de forma paralela a la de Anna Frank… solo que ellas se salvaron. Anna, junto a su familia, se escondió por dos años de las hordas nazis, pero su vida terminó en el infame campo de exterminio erigido en Auschwitz.
El diario que ella escribió durante el encierro fue encontrado por su padre ( Otto Frank) y publicado luego de que finalizó la Segunda Guerra Mundial. El libro ha sido traducido a casi todos los idiomas del orbe. Este documental lo analiza y narra a través de la actriz y una joven que sigue los pasos de Anna.
lía por la chimenea”.
Debe felicitarse al director, pues ha tenido la sapiencia de mostrar noticieros de aquellos lustros bajo el mismo formato en que se exhibieron en las salas del mundo. En lo que a Guayaquil respecta, es evocar sus viejos cines: Olmedo, Edén, Colón, Parisiana. La edición, siempre importante, aquí es ful
gente pues une al pasado con el presente en forma cabal y esto hace que el cinéfilo quede envuelto en todos y cada uno de los segmentos.
Los comentarios de las supervivientes se convierten en testimonios dichos con altura y veracidad reafirmada con imágenes… los dibujos que reemplazaron a las fotografías, el engaño
del nazismo a la Cruz Roja mostrando campamentos de niños judíos como si habitasen un ‘kindergarten’ lleno de alegría. La resolución de Mengele para estudiar los genes de los niños gemelos, así representase la muerte de pequeños convertidos en conejillos de indias. O la narración de cómo una de ellas, siendo petraspaso de una historia verdadera hacia las nuevas generaciones y que esta no se pierda. Repito: véala, sobre todo si usted es milenial y ambiciona conocer estos anales y guardar aquello de que “los muertos reciben más flores que los vivos, ya que el pesar es más fuerte que la gratitud”. Así lo escribió Anna Frank.