AMIGOS PARA SIEMPRE
Emotivo es este filme australiano de 2019 al que bien se le podría aplicar la descripción de ‘realismo mágico’. Esto se debe al hecho de haberlo construido a base de flashbacks que, gracias al montaje y a la dirección de Shawn Seet, se convierten en alma y corazón de Amigos para siempre.
Aunque a momentos peque de excesivo sentimentalismo, no pierde sus méritos: agradable, conmovedora, poseedora de un gran mensaje ecológico y una cinematografía color ‘tierra’ que otorga al paisaje fílmico un raro esplendor visual.
Interesante el planteamiento sobre los aborígenes australianos, seres a veces obligados a vivir separados de su comunidad, de su cultura pero que, junto a Storm boy, encuentran solaz y la suficiente confianza para llamarlo así.
Las actuaciones son vibrantes: Rush da sutileza y efectividad a su papel del abuelo que tropieza con la brecha generacional que muestra su nieta y los afanes de su familiar para que la transacción se convierta en realidad. Sus diálogos con la chiquilla son de suma perfección. Courtney da un sólido giro a su actuación y sabe mostrar cicatrices anímicas. Jamieson y David Guepilil, como los aborígenes, son buenos intérpretes y afianzan la visión que debe tener el concurrente.
Pero es Finn Little el que se lleva los aplausos, en especial porque impone sus ojos brumosos a su bien lograda caracterización. Su relación con las aves está muy bien lograda, especialmente cuando Percival, “amigo divertido e inteligente”, estira su largo cuello para envolver los hombros del ‘amo’. Paul Mander, entrenador de los pelícanos,