FRENTE A LA PRENSA
Los periodistas levantan sus números y escucho decir: “¿Qué significa para usted, siendo mujer asiática, su triunfo, especialmente su rol en Todo en todas partes al mismo tiempo?”. Ella responde: “Este es un momento histórico y debo agradecer a la Academia por abrazar la diversidad racial y su verdadera representación. Esto se ha venido gestando desde hace algún tiempo y hoy se ha roto ese techo de cristal. Y es justo porque necesitábamos ser vistos, escuchados y no solo hago referencia a mi raza, sino a todas quienes son consideradas minorías. Es necesario que todos tengamos las mismas oportunidades, así podremos tener nuestros asientos en la mesa. Eso es todo lo que pedimos: ¡Dennos la oportunidad! ¡Probemos que la merecemos!”. Los aplausos no se hacen esperar y las preguntas quedan bajo el mismo patrón: la raza. Prefiero callar, no preguntar y escuchar. “Usted menciona continuamente la importancia que tienen las madres y tengo una curiosidad: ¿Hay algo que su madre le haya dicho o aconsejado para seguir adelante en su carrera?”. Michelle sonríe con orgullo, agacha la mirada, pone su mano en el corazón y afirma con su agradable voz: “Que siempre tuviese confianza en mí misma. Me habló del amor, me enseñó lo que era ser amable y saber aplicar la compasión cuando es necesario. No siempre he resultado una buena alumna (…). Lo que pienso es que toda madre quiere que sus hijas, día a día, sean mejores… porque así tendrán una vida superior y ello será siempre su último bastión”. Las entrevistas han terminado. Abandono la sala, quedo sujeto a una fotografía y me pierdo entre las cortinas rojas que han armado un laberinto. Desemboco al lado de Lupita N´yongo y más allá conversan Hugh Grant y rostros hoy famosos, pero que no impedirán la veleidad del tiempo. En ese momento reafirmo que la alfombra dejó de ser roja, ahora tiene la tonalidad, el aroma del champán.