SOPLO, UNA ODA A LA MUSICALIDAD SUSPENDIDA
Un acordeón azul cuelga de la pared. Junto a él, unas manos se aproximan, pero no lo tocan. Yacen ahí, inertes. Una sensación extraña, incompleta inunda la sala. De los muros, otros instrumentos suspendidos aguardan ser tocados, sin éxito.
Recorrer Soplo es recorrer un concierto fantasma, elaborado a base de melodías que no existen.
Para el artista Santiago Reyes, la disposición de los elementos que convergen en la sala principal de la galería N24 de la capital, se unen para generar una instalación que entabla un diálogo entre el presente, lo ausente, el silencio y el espectador.
La idea, explica, surgió hace décadas, cuando trabajaba con el concepto del aura. “En el año 93 empecé a trabajar con la idea de las auras que rondaban alrededor de los cuerpos, de los vestigios que quedan después de una acción a través de la pintura… Estas huellas me interesan, porque pueden ser hechas en un segundo o hace siglos, pero no lo sabemos. Lo que queda es el rastro de la acción”, comenta.
Agrega que para ello investigó en las numerosas pinturas que quedaron plasmadas en cavernas a nivel mundial y que fueron elaboradas por el hombre ancestral. Allí, señala, el vestigio cuenta una historia de un periodo de la humanidad pero, sin una explicación de lo creado, es el espectador el que elucubra sobre lo que las pinturas muestran y sobre quién las creó.
Para elaborar la muestra, Reyes colocó una serie de instrumentos a lo largo de la sala y, junto a ellos, sopló barbotina de diferentes tonalidades de arcilla para capturar las formas de las manos que ofrecen la acción incompleta del tacto y de la musicalidad.
Desde el techo, cuelgan espejos, que permiten al espectador transportarse a través de la mirada a otras temporalidades. “Los espejos funcionan a manera de huecos negros, desde donde uno ve reflejado las im