ANATOMÍA DE UNA CAÍDA
Ganadora de la Palma de Oro en la última ceremonia del Festival de Cannes, Anatomía de una caída está en el umbral de los premios Óscar. Y bueno es apresurarse en manifestar que el guion hipnotizará al público en forma inusitada. Con esto, el thriller mantiene el interés de los espectadores en las dos horas y media que dura la función. Igualmente triunfa por las extraordinarias actuaciones del terceto, amén de quienes se desempeñan como periodistas, abogados, jueces o curiosos.
Celine Song, dramaturga, guionista y directora de origen surcoreano-canadiense, impone su estilo e impacta en el cinéfilo por la habilidad que tiene para mostrar y analizar temas en los que el amor y el misterio fraguan las bases de un largometraje que, finalmente, convierte su historia en algo personal, íntimo. Por ello los diálogos son candentes, amargos y muestrario de promesas rotas. Esto se manifiesta cuando la escena deja oír las conversaciones que estaban en una grabadora.
Todas las secuencias fotografiadas en el juzgado sirven para armar la autopista ilusoria que dejan las relaciones humanas y, permiten aseverar que el amor puede convertirse en odio. Enriquecedor es observar el sistema legal francés, de ver al matrimonio como una institución y a través de este hallar la verdad, una realidad que se convierte en golpe que aturde, pero dejando en claro el valor de la justicia.
Voy ahora con Sandra Huller, una actriz que hace de su actuación algo prodigioso, fundamentalmente cuando observa o responde con su mirada esquiva, controlando siempre (de acuerdo al personaje) sus nervios de acero.
Lo cual le permite exponer algo muy cercano a la dignidad.
La fotografía es muy original, especialmente cuando surgen los paisajes, la cámara (en realidad los espectadores) ven la imagen con perfecta claridad, pero… los protagonistas están en la sombra, como si ocultasen algo. Véala, está frente a una película muy bien lograda. Y, por favor, no se preocupe en las escenas en que interviene el perro.